miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 4: Responsabilidades y caprichos



Qué envidia. No dejaba de repetirse Ashley; eran las 2:15 de la mañana y aún estaba dando vueltas en la cama. Esa misma noche, unas horas antes, Rikki les estaba explicando su maravillosa y romántica cita, demasiado romántica quizá… pero, ¿Qué decía? Nunca nada es demasiado romántico…. La sorprendió recogiéndola en su casa, con su súper coche y una tierna flor que caballerosa y elegantemente había arrancado del jardín, pasaron el día en el campo, a la orilla del río y él preparó un pequeño picnic, que encima, según decía Rikki, eran los mejores espaguetis que había probado… Pero la guinda del pastel sin duda alguna había sido el beso que la dio en la puerta de su casa. ¡Un beso precioso! Como los de las películas. Sin insinuarse, sin propasarse, respetándola pero apasionado… dándola a entender que quiere volver a hacerlo, que quiere ir despacio, que quiere empezar algo distinto que no se quede sólo en un bonito día…Pero, ¿por qué a ella no la pasaban esas cosas? En su primera cita con Josh él la intentó meter mano por todos los sitios, y eso que estaban en un parque infantil que le pillaba cerca de casa. Estaba a punto de acabar el instituto, a punto de salir de esa época en la que tienes que soltarte la melena y hacer las cosas que se supone que nunca más podrás hacer, estaba a punto de salir de la adolescencia y aún no había llegado a sentir ni la mitad de cosas que la gustarían; ni si quiera la típica relación bonita que o acaba en matrimonio, o es la que siempre cuentas a tus hijos: “Yo antes de conocer a tu padre…”, y se te eriza la piel al recordarlo. Pues ella no tenía nada, es más, antes de ponerse a añadir cosas en su vida querría poder borrar otras. Que amarga es la vida, te quita lo mejor de esa edad, pero lo malo continua estando intacto. Unos de los mayores errores de su vida fue el perder la virginidad tan pronto con Josh, si pudiera volver atrás… Pero no, todos esos recuerdos siguen estando ahí… Josh la quería, o al menos eso pensaba ella. Quizá sería ese chico del que contarle a sus hijos, pero desde luego Josh no había hecho nada nunca ni remotamente parecido a lo que Rikki había vivido esa tarde, y ella quería vivir algo así. Necesitaba conocer a alguien de inmediato, que la hiciera sentir única y especial… y justo cuando estaba soñando con esa maravillosa e inexplicable sensación que causa el enamorarse, cayó de golpe en la realidad. ¿Quién era ella? Si ella fuera ese hombre especial, no la dedicaría ni una triste mirada de cortesía. Habiendo chicas tan espectaculares como Elizabeth, nadie se fija en la amiga fea. Además, Glepper carece de jóvenes con sus expectativas. Algo la sacó de sus pensamientos:


-¿Ash?- Su hermano mayor la buscaba entre la oscuridad, con la puerta entornada. La mayoría de los veranos subía al pueblo a pasar unas semanas.
-¿Rusty?- Preguntó ella, extrañada.
-Menos más que estás despierta…-suspiró. Ashley encendió la luz- Necesito que me des quince pavos.
-No me lo puedo creer- Se incorporó en la cama, y notablemente irritada, prosiguió-¿Me levantas a las… a las… a…?-buscó su móvil entre las sábanas, agitándolas, hasta que un golpe seco en el parqué la hizo desviar la mirada al suelo. Ahí estaba, se le había caído la batería- ¡A las tantas de la mañana! ¿Para pedirme dinero? ¿Eres gilipollas?
-Venga Ashley, joder, que tengo al del chino esperando.
-¿Han abierto un chino?
-A ver, lumbreras, ¿Si no lo hubieran hecho, por qué iba a estar en la puerta?
-¿Y tú para qué coño llamas al chino a estas horas?
-Para que lo sepas, lista de los cojones, les he llamado hace tres cuartos de hora, pero el pavo se ha perdido… Y no levantes la voz que está la puerta abierta, y en esta mierda de casa se oye todo-Ambos siempre se hablaban muy bien. Ashley se levantó mirándole mal y sacó de su monedero dos billetes.
-Lo quiero de vuelta, ¿entendido?
-¿Ves? Cuando quieres no eres tan desagradable- le sonrió Rusty y antes de darse la vuelta, añadió- incluso pareces más guapa.


Ambos bajaron la escalera, ella quería un vaso de agua y él saldar su deuda. Ashley llevaba puesto un pijama a cuadros rosa y verde bastante feo pero cómodo que le regaló su abuela por su cumpleaños. Se disponía a subir a su cuarto para seguir con sus pensamientos, cuando Rusty, desde el recibidor, pidió que le trajera más dinero.


-¡Eres un toca cojones!- Empezó a insultar a Rusty mientras subía a por el dinero- El puto vago de mierda… ¡¿Y en qué coño te gastas tú el puto dinero, payaso?! Es que eres subnormal, ¡pedazo de gilipollas! Con lo bien que estaba yo en la cama, pero claro… al señorito le da igual, porque es un puto egocéntrico de mierda que sólo piensa en sí mismo, ¿A que te importa una mierda que yo este deprimida?
-Calla, Ashley.
-¡No me da la gana! ¿Sabes que es todo el dinero que me queda? Imbécil, que eres un puto imbécil. Acabo de empezar en el trabajo y para que lo sepas, Einstein, hasta dentro de UN MES no me pagan.
-Que te calles, joder, Ashley que tengo la…
-¡Que tú a mí no me mandas callar, come mierda! ¿Dónde están tus responsabilidades? Que me tienes harta, no te soporto- De repente, se escuchó un golpe proveniente de arriba, de la habitación de Ashley- ¡Joder! Por tu culpa, ¿Ves lo que pasa?- Se escucharon los trotes por la escalera- ¿Ayer qué fue? Ah… ¡Sí!... “Ash, porfa, tírate el rollo, que es la última vez que te pido dinero…”, serás maricón, que asco que…- Se paró en seco delante de la puerta del recibidor, desde ahí se podía ver que la puerta principal estaba abierta, y unas manos con unas cajas blancas esperaban detrás de ella. Miró a su hermano, intentando convertirlo en ceniza sin obtener resultados; él la miraba divertido, mordiéndose el labio para evitar el bochorno.
-¿Los tienes ahí?- Al separar los labios no pudo evitar sonreir.
-Sí…-titubeó.


Se acercó para dárselos y descubrió que detrás de esas manos cargadas, una perfecta y dulce sonrisa asomaba de la cara más angelical que había visto. Se quedó mirándole unos segundos; la miraba divertido con sus grandes y profundos ojos verdes. Era él, era el chico rubio de la nueva casa. Clavó su vista en la chapa que le colgaba de la sudadera. Kyle. Empezó a notar el ardor de sus mejillas, extendió la mano muy dignamente dándole a su hermano el dinero, y antes de darse la vuelta, no pudo evitar echarle una última mirada a esa perfecta figura divina que estaba en su puerta en ese momento, Kyle la guiñó un ojo, recogió lo que le debían y sin más, cerró la puerta. Acto seguido, mientras Ashley subía las escaleras perdida en sus confundidos pensamientos, las desvergonzadas risas de Rusty la hicieron girarse y mostrarle su dedo corazón.

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Se despertó sobresaltada. Un molesto ruido con una incesante vibración la sacudía el oído. Se levantó de inmediato y revolvió entre sus sábanas y numerosos cojines hasta que encontró su móvil. Tenía un mensaje:


“¿Qué tal has dormido, princesa? Espero que bien =). Me voy a trabajar ahora, sólo quería dar los buenos días a la chica más bonita del mundo, haré lo posible por ir a verte, ¿vale? Un beso preciosa!”


Eso sí que eran unos buenos días. Hundió su móvil en el pecho, y sonriendo, se recostó en la cama. Inconscientemente, su dedo índice jugaba con su pelo, los dientes apretaban sus labios, sus mejillas se sonrojaron y sus pensamientos giraban en torno a él sin darse cuenta. ¿Estaría enamorada? Ella nunca había sentido eso por ningún chico, su madre siempre la decía: “Rikki, estarás enamorada cuando no haga falta que te lo preguntes”. Se lo había preguntado, asique no lo estaría, pero seguro que era un comienzo. No sabía ponerle un nombre a su estado de ánimo, el corazón latía a mil por hora sólo con recordar su voz, cualquier cosa, por pequeña o estúpida que fuera le recordaba a él, era tan mono… De nuevo, su móvil comenzó a sonar y a vibrar, echó un vistazo a la pantalla. Alex.


-Hola, Alex.
-¡Ey, Rikki! ¿Qué tal?
-Con sueño, son las siete y media de la mañana.
-Ya, ¿no estás despierta?
-Bueno me acabo de levantar, pero tenía la intención de seguir durmiendo, ¿pasa algo, Alex?- Al otro lado del teléfono se escucharon unas risas.
-El instituto empieza mañana, y quedamos en ir a ver hoy las listas.-Rikki se quedó blanca.
-¡Dios!, se me había olvidado chica, lo siento… En diez minutos estoy ahí, estás esperándome ¿no?
-Sí, llevo delante de la panadería quince minutos, ¡Date prisa, anda!
-En seguida voy, hasta ahora.


Colgó el teléfono y salió corriendo hacia el baño. Se le había olvidado por completo. Miró su reloj, las ochos menos veinticinco, sólo la quedaba peinarse, ya se compraría algo para desayunar en la pastelería. Se hizo una rápida coleta y terminó de abrocharse el pantalón vaquero.


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Elizabeth y Ashley esperaban apoyadas en las rejas que delimitaban el instituto. Ashley le estaba contando lo que pasó la noche anterior.

-¿Asique han abierto un chino? No lo sabía.
-Yo tampoco, al parecer es en
Feckenham, pero reparten aquí también. Dios mío, hice el ridículo más grande de mi vida.-Ashley apoyó la cabeza en la reja.
-Siempre dices eso cada vez que pasa algo- Sonrió Elizabeth, dándola un abrazo en señal de apoyo- tú tranquila, ¿Vale? Ese chico es sólo eso, un chico, que no te conoce de nada y que va a seguir siendo así.
-No, ese chico es sólo un chico increíblemente bueno que conoce a la camionera de Glepper. Sí que sabe quién soy yo - Elizabeth rió.
-Pero, ¿Por qué te pusiste así con Rusty? Quiero decir, las ha hecho mucho peores… Y no sé, quizá fue un poco exagerado, ¿No crees?- Ashley lanzó una mirada arrepentida.
-Lo leí en Yourself…
-¿Sigues leyendo esa revista? Entonces bastante poco te ha pasado… ¿Y qué te decían? ¿Qué mataras a tu hermano?
-No, que soltaras todos tus sentimientos-dijo Ashley con seguridad y confianza- que no guardaras nada porque si no el día que menos te lo esperaras explotarías, y qué es mejor estar a gusto con una misma para que los demás estén a gusto contigo.
-Ya, seguro que ahora Rusty y el del chino están mucho más a gusto contigo… -Ambas sonrieron.- No debiste tratarle así.
-Ya, lo sé… es mi hermano y tengo mis responsabilidades como hermana… aunque él también las tiene como hermano y no hace uso de ellas… Pero, ¿Sabes lo peor? ¿Sabes quién era el chico del chino? Pues, ¿tú te acuerdas de ese día…?- Elizabeth desvió la mirada por encima del hombro de Ashley, un deportivo rojo acababa de aparcar en frente, y de él bajaba una encantadora chica castaña. Apretó su coleta y sonrió, sus ojos verdes brillaban con el sol mañanero y algo en ella inspiraba simpatía. De la puerta del conductor, bajó un chico con el pelo rubio, alto, delgado… Otra vez, era él. Empezó a enrojecerse recordando el ridículo que hizo la primera vez que le vio cuando se empotró con la puerta del baño en la biblioteca. Él devolvió la mirada por unos segundos, cerró el coche y avanzó.- ¿Elizabeth, qué miras?- Se giró justo cuando él se encontraba al lado. La chica las sonrió y entró rápida y notablemente entusiasmada.

-Hola, Ashley- Sonrió él a la chica con dulzura, y le dedicó una pequeña mirada a la colorada cara de Elizabeth antes de acompañar a su hermana.
-No- puedo- creerlo- Ashley estaba atónita- ¿Le has oído? Se acuerda de mi nombre… estoy tan en shock que no puedo ni ponerme histérica… Qué voz tan tierna y masculina a la vez, ¿Verdad? Es adorable… Él se llama Kyle- Elizabeth estaba tan en shock como Ashley, ¿para qué habría entrado? ¿Será que iba a ir al instituto también? ¿O sólo acompañaba a esa chica?
-A mí no me cae bien.- dijo sutilmente
-¿Por qué? Si se acuerda de mi nombre… y me ha sonreído. Y yo como una imbécil me he quedado así, quieta, sin decirle nada…


En ese momento, Rikki y Alex llegaron a la puerta.


-Sentimos llegar tarde, es que se me olvidó y, bueno…
-Yo no lo siento.- dijo Alex orgullosa, con los brazos en jarras- No está mal que de vez en cuando sea Ashley la que espera…
-No os vais a creer lo que me ha pasado… - Ashley comenzó su historia mientras todas entraban en el instituto.

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La habitación estaba en penumbra, la poca iluminación que recibía era a través de unos pequeños espacios en la persiana. Podían escucharse los mañaneros silbidos de los pájaros y los primeros motores encendiéndose para comenzar el día. Unos pasos femeninos se acercaban a la puerta, irrumpiendo enérgicamente en la habitación.


-¡Vamos, chicos!- La figura de una mujer atravesó la habitación, esquivando objetos hasta llegar a la ventana y alzar la persiana con fuerza. Los ardientes rayos del sol chocaron de pleno en su cara. Con dificultad, logró abrir un ojo:
-Mamá, sólo un rato más… ayer nos acostamos tarde- Se giró con brusquedad, tratando de huir de esa agotadora luminosidad.
-Venga, George, que sabes que tengo que irme pronto, quedamos en que nada de quejas por la mañana, ¿De acuerdo? Os quiero ver en diez minutos en la cocina, está listo el desayuno- Y con idéntica energía realizó el mismo camino en la dirección contraria.


George se incorporó en la cama y echó un vistazo a su alrededor. Jake y Paul estaban dormidos en la cama de abajo, Paul estaba totalmente pegado a la pared, y Jake tenía una pierna y una mano descolgadas de la cama. Estaban despeinados, babeando y roncando. La noche anterior fue mejor de lo esperado, al final se hizo tarde y los chicos se quedaron en su casa. Buscó su móvil debajo de la almohada. Eran las ocho de la mañana.


-Venga tíos, ya la habéis oído- Se levantó con cuidado para no pisar a sus amigos y cogió una camiseta de un cajón. Con esfuerzo y recelo, Jake y Paul lograron erguirse y salir de la habitación.


Atravesaron el salón hasta llegar a la cocina, en la mesa, tres platos con tortitas cubiertas de caramelo y chocolate, acompañados de unas grandes tazas con leche. La madre de George, Violet, hurgaba en su bolso visiblemente alterada.


- George, hijo, daos prisa que al final no llegamos.
-¿Dónde está papá?- Los tres jóvenes se sentaron a la mesa.
-Ha ido a buscar a Megan y Ben, estarán al llegar.
-Madre mía, esto está que… no tengo palabras- elogió Jake emocionado, haciendo esfuerzos por tragar y comer al mismo tiempo.
-¿Mis padres van con vosotros?- Dijo Paul con los carrillos a reventar.
-Sí-contestó Violet-pensaba que lo sabías, Nigel viene también.
-Sabía que se iban pero no con vosotros.
-Ya están aquí- sonrió Violet mirando por la ventana. Se levantó a abrir mientras que los chicos recogían los platos y se vestían. George se quedó recogiendo su cuarto, cuando salió todo el mundo estaba sentado en el salón.

-Pues eso, ¡… partidazo!-Jake estaba comentando el partido de la noche anterior.
-Hola, cariño- La madre de Paul, Megan, se aproximó a darle dos besos.- ¿Cómo es que no queréis venir? Los padres de Jake van a ir también, y los de Gabriel, y Ashley…
-Sí, básicamente todo el pueblo- interrumpió Paul.
-Eso es, incluso la madre de Elisabeth, que ya sabéis que siempre está muy ocupada, ha sacado un hueco. –George la sonrió.
-Lo siento, pero yo paso.
-Vamos, chicos, va a ser divertido- animaba Violet.
-Sí, la releche, la trigésimo-novena edición de la feria del caballo de Glepper, estoy impaciente.- añadió Jake sin interés- Además, hemos ido todos los años desde pequeños, estoy un poco harto de caballos.
-Aún recuerdo cuando te cambiaba los pañales- dijo Megan inclinando la cabeza con dulzura hacia Jake.
-Claro, mamá, ¿la semana pasada, no?- Todos menos Jake y Megan, que seguía mirándose con ternura, se echaron a reír.- Venga, déjanos, además ya he quedado.
-Bueno, está bien, no os presionare más, si no queréis no pasa nada, supongo que ya series mayorcitos… pero me da pena por George, el chico no ha visto tantas ferias como vosotros. Pero vale, como queráis… Ven, anda, dale un abrazo a tu madre.- dijo rodeando con fuerza a Paul.
-Que entrañable abrazo madre e hija- Se burló Jake.


Todos se despidieron. Jake y Paul se quedaron hablando en el salón mientras George se daba una ducha.


-¿Y cómo que has quedado? ¿Con quién?
-Con Rachel Devlin- respondió Paul.
-¿Pero no habías quedado con esa mañana?
-Sí, pero ha llamado que sus padres al final llegan antes de vacaciones y sólo tiene la casa sola hoy.
-M…- Jake estaba tirado en el sofá, dando vueltas a su móvil.
-¿Y tú qué?- preguntó Paul.
-¿Yo qué?
-Tú qué con las chicas, ¿qué?
-Pero, ¿Cómo que: “qué”?, eso no es una pregunta lógica.
-Venga no seas idiota ya sabes a lo que me refiero- Jake se quedó en silencio un minuto.
-Desde la capitana de las animadoras del Huilaser, nada.-Paul se quedó paralizado.
-¿Me estás vacilando?
-Tío no te rías, es que me he concentrado mucho en el fútbol este verano y bueno…
-No jodas, Jake, no me sale ni la risa, es muy serio; tenemos que hacer algo.
-Creo que voy a volver a llamar a Lisa Stevenson.
-Sí, yo creo que deberías hacerlo- Paul se quedó mirando a Jake, expectante.
-No pretenderás que la llame ahora, ¿no?
-¿Por qué no?
-Porque estás tú, además he quedado con Gabriel ahora para ir a la bolera de Brunen y hablar de la nueva temporada, soy el capitán del equipo y tengo responsabilidades ¿sabes?, y si la da por quedar ahora, ¿qué?
-Pues que te va a ofrecer un plan mucho mejor que el de Gabriel.- Paul se rió y Jake le dio un golpe en el hombro, en ese momento llamaron al timbre.
-¡Es para mí!- gritó George desde el baño.
-Es tu casa, lo suponía- contestó voceando Paul mientras se levantaba a abrir la puerta. Detrás de esta se encontraba Alex, que puso cara de sorpresa al ver a Paul, y aun mayor cuando se encontró con Jake tirado en el salón.
-¿Qué hacéis vosotros aquí?
-Nos íbamos ya, tranquila.-Dijo Jake sonriendo.
-Vengo de mirar las listas.
-¿Y?
-Y en lo que respecta a mi curso, Elizabeth está sola, además va el chico raro ese de los mocos que no para de mirarla, ¿cómo se llama?
-Fred- puntualizó Jake con cara de desagrado.
-Ese, y yo y Rikki vamos juntas, en el vuestro, George y Paul están en una clase, y tú Jake, Ashley y Gabriel en otra. No está mal.
-Pobre Eli…- dijo Jake, justo antes de que George saliera de la ducha con un pantalón y el pelo chorreando.
-Iros.
-¡Qué modales!- Añadió Paul con su habitual sonrisa mientras recogía sus cosas.
-Mañana os veo chicos- se despidió Jake


Salieron por la puerta y Alex se acercó a George. Él la recibió entre sus brazos mientras que ella jugueteaba con su pelo y notaba su cuerpo aún caliente y el olor a champú que desprendía. George la acariciaba la espalda, la nuca, jugueteaba con su pelo con la mano izquierda mientras que la derecha parecía tener vida propia en el cuerpo de la chica. Alex acercó sus labios a los de él, estos la acogieron con pasión. Levantó a su chica en el aire y la dejó suavemente en la cama. El deseo se apoderaba de ellos y ambos se perdieron entre las sábanas.

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