lunes, 17 de febrero de 2014

Capítulo 1: ¡Bon Voyage!



No se lo podía creer. Era verdad, se mudaban; y allí estaba él, mirando embobado a través de la ventana del aeropuerto, viendo despegar y aterrizar aviones. No había asimilado aún la situación, pensó que fue otro de los antojos de su madre. Después de la muerte de su padre ella cambió por completo. La descripción perfecta sería la de una mujer tranquila, educada, entregada a su familia y luchadora. Ahora, su vida de tranquila tenía poco, por no decir nada. No dejaba de viajar, de conocer amistades, de practicar nuevas actividades, apuntarse a cursillos que jamás terminaba. Intentaba llenar su tiempo de forma absurda, sin querer abrir los ojos y enfrentarse a la realidad, de alguna manera, Michelle no había superado del todo la muerte de su marido. Su interés por que pareciera lo contrario en ocasiones resultaba lamentable.
Se centró en su carrera, lo cual la llevó a lo más alto. Dirigía un bufete de abogados y era bastante buena, su apellido era conocido internacionalmente.
Nunca se había parado a pensar si en verdad se iban a mudar… ¿Cómo iba su madre, su nueva y alocada madre, irse a vivir a un pueblo inferior a 2000 habitantes? O peor, ¿Cómo iba a irse a vivir ÉL, a un pueblo como ese? Toda su vida ha estado en una gran ciudad, siempre rodeado de gente. Solamente en su instituto había más gente que en ese pueblo.
No digo que en Glepper se viva mal, pero no es un lugar para mí. Además, ¿Por qué ha tenido que ser a un sitio tan lejano? Seguro que es por papá…
Una dulce voz le sacó de sus pensamientos:
-¡Vamos, Kyle! El avión va a despegar.
A su espalda, su hermana le sonreía. Su pelo castaño suave, ligeramente más claro por las puntas y liso estaba recogido en una perfecta coleta. Tenía los mismos ojos que él, un verde profundo que habían heredado de su padre. Era realmente guapa. Se preguntó si en ese pueblo se fijarían en ella, y se contestó a sí mismo con un rotundo. También pensó en la clase de chicas que habría en un pueblo tan pequeño. Él siempre había estado rodeado de chicas guapas. Vivía en una elitista urbanización de gente adinerada, donde la gente le daba mucha importancia a su aspecto físico. Nunca había tenido ningún problema para encontrar nuevas aventuras que cumpliesen con sus expectativas, pero, ¡por dios! Seguro que un pueblo tan pequeño ni si quiera tenía gimnasio. Dudaba de que supieran lo que era.
-Ya voy, Abby- contestó con tono serio, apretando fuertemente el asa de su maleta.

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Una insoportable luz le iluminaba la cara. Se planteó varias veces en levantarse de la cama para bajar la persiana, pero el cansancio le podía. Al poco tiempo reunió la suficiente capacidad como para poder abrir un ojo. Este observaba la ventana. Por la posición y fuerza del sol se percató de que pasaban de las 12 de la mañana. A duras penas logró incorporarse. Su liso y despeinado cabello castaño claro parecía de caramelo, pero era rebelde, se atusó el pelo con una mano, la otra la incorporó en su pecho, por debajo de la camiseta. Al verle era fácil deducir que hacía ejercicio; era la estrella del equipo de fútbol del instituto. Sus músculos estaban en el estado justo, no demasiado marcado como un obsesionado del gimnasio, sino perfecto.
Tenía cara de niño, de chico inocente. Sus ojos, de un color en ocasiones verde, en otras gris, eran grandes, redondos, rodeados por largas pestañas negras. Tenía una nariz pronunciada y recta, que encajaba a la perfección en su rostro. Sus labios eran finos de tonos rosados. El pelo, que para ser corto gozaba de cierta longitud, siempre lo llevaba hacia arriba, sin espuma, mojaba sus manos y se ahuecaba el pelo hacia detrás.
Bajó las escaleras de su casa y entró al baño a cepillarse los dientes. Contempló el reloj de la cocina que podía ver reflejado en el espejo.
La 13:30- observó- genial…
-Mamá- cruzó el salón hasta llegar a la cocina, se apoyó en la puerta y miró a su madre, que llevaba su habitual e imprescindible delantal de cerezas y se encontraba limpiando la encimera- ¿Qué has hecho de comer?
-Lasaña, la tienes ahí.
La mujer, sin apartar los ojos de sus labores, señaló la pequeña cacerola tapada por un trapo que había en la otra punta de la encimera. Jake la cogió y se sentó en la mesa, mientras comía hablaba con su madre, que después de limpiar y relimpiar la encimera, se dedicó a pasar el polvo por los cajones, a ordenar la nevera, a fregar el suelo y a limpiar los cristales de la ventana.
-Por cierto, ¿Ha salido ya papá?
-Sí, hará unas dos horas… ¿Por qué, es que querías pedirle algo?
-Quería saber cómo acabó el partido de ayer.
-Ganó vuestro equipo- contestó Charlotte, con un entusiasmo exagerado- Tu padre me estuvo dando la brasa toda la noche, no sé qué le veréis a una panda de hombres detrás de…
-¿GANARON?- Abrió de tal manera los ojos que pensó que se le salían de sus órbitas- ¡Entonces vamos primeros de liga! Tengo que llamar a Paul y…- Saltó de la silla y comenzó a chillar, corrió toda la cocina, se detuvo enfrente de su madre y la dio un beso, siguió corriendo y chillando hasta que alcanzó el teléfono y con un gracioso y hábil movimiento se dejó caer en el sofá. Justo cuando iba a marcar el teléfono de Paul, escuchó unas finas voces que cuchicheaban:
-Porque es súper fuerte.
-Si tía, que fuerte.
-Ya ves.
-Es que no me lo puedo creer, ¡Qué fuerte!
-Es que es muy fuerte.
-Lo sé.
-¿Y ya está?
-Claro.
-Qué fuerte.
-¿A que sí?
-Sí.
Lo peor de todo es que se han entendido, pensó Jake, antes de cortarle la conversación a su hermana:
-¿Kim?
-¿Qué haces?- una de las voces le contestó, notablemente irritada.
-Deja el teléfono que tengo que llamar.
-Te esperas.
-Que cuelgues.
-¡Que te esperes! ¿No ves que estoy hablando? Cuando termine te llamo.
Jake dejó el teléfono encima de la mesa, aún estaba eufórico por la noticia, aunque con cierto cabreo debido a su hermana y a que se perdió el partido más importante del año por haber tenido que ir a acompañar a Paul a la estúpida boda de su prima, a la que, en principio, se iban a quedar solo a la ceremonia, y que, a la que al final, dos agradables damas de honor los convencieron para quedarse a la fiesta de después. Volvió a la cocina para torturar a Charlotte con preguntas. Esta seguía limpiando la cocina.
-¿Y cuánto quedaron?
-Tres- uno.
-Será uno- tres.
-Lo que sea.
-¿Y quién marcó?
-El holandés ese, van vaster…
-Van Vadoren- corrigió
-Ese, el italiano ese guapete morenito, y Chease.
-Humm… ¿Y del equipo contrario?
-No me lo dijo
-¿Echaron a alguien, o hubo algún problema con el árbitro, o…?
-Bueno, según tengo entendido no pitaron un penalti.
-¿A favor o en contra?
-A favor, si no tu padre no me lo hubiera dicho- sonrió Charlotte.
-No si ya lo sabía yo, en cuanto me enteré de quien pitaba, ese tío no tiene ni idea- Frunció el entrecejo y perdió la mirada en la mesa-… y que por eso le paguen, ¡Qué vergüenza!- volvió a mirar a su madre.
-¿Y sacaron del banquillo a…?
Las fuertes pisadas de Kimberly, le hicieron volver la mirada a la puerta. Corría estrepitosamente hacia la cocina, se parecía mucho a su hermano. Tenía el pelo de un castaño más oscuro y rizado, que llevaba acomodado suavemente detrás de las orejas. Kim tenía los ojos de su padre, en un verde claro precioso. Sus sonrosadas mejillas contrastaban con el blanco de su piel. Era bastante más bajita que Jake, estaría entorno al 1’57. De constitución delgada, algo en ella inspiraba alegría y sociabilidad.
-Mamá- sonrió abiertamente- Jake ya puedes coger el teléfono- se giró para mirarlo pero ya se había ido. Ocupó la silla donde anteriormente estaba su hermano, y continuó- ¿Sabes lo que me ha dicho Emily que le ha contado su prima que le habían dicho?
-¿El qué?
-¿Sabes quién se va a venir a vivir a Glepper?- su mirada se fijó con dureza en su madre, expectante. Charlotte limpió sus manos en el delantal y se lo quitó, acompañando a su hija a la mesa.
-Algo oí en la boda…- De repente, los ojos de Kim parecieron apagarse, torció el gesto y su madre prosiguió- Creo que me dijeron Mi…- sin dejarla acabar, gritó Kim:
-¡Michelle McAlister! ¿No te parece fuerte?
-Hombre, cariño, no es como si fuera una estrella de Hollywood…- como haciendo caso omiso a la intervención de su madre, Kimberly continuó:
-¿Te imaginas mamá? Ahora por fin podemos decir que tenemos a un famoso en el pueblo
Charlotte la miró divertida.
-La verdad que fue todo un bombazo cuando logró meter en la cárcel al tío ese de la telenovela que tanto te gustaba por tráfico de drogas. Siempre su apellido está detrás de los casos más llamativos.
-¿Verdad que sí? A lo mejor un día salimos en las noticias porque descubre algo aquí. Por fin una persona importante que dará un poco de vida aquí.
-Tienes razón…- sonrió, a lo que Kim respondió con otra, aún más grande.


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Rikki terminó su comida y se dirigió hacia su habitación, aún era pronto y decidió echarse en la cama a leer otra vez su libro favorito, Orgullo y Prejuicio. Avanzó unos capítulos y volvió a mirar el reloj, las 16:17. Se levantó con pesadez y alcanzó su móvil para buscar en la lista de contactos a Elisabeth.
-¿Sí?
-¡Hola!
-¡Rikki!- dijo animadamente la voz del teléfono.
-¿Te ha llamado Ashley esta mañana?
-¿A mí? Que va, además esta mañana me he ido de compras y olvidé mi móvil en casa.
-Pues a mí ha sido ella quien me a despertado- sonrió Rikki al recordarlo.
-¿Y qué quería?
-Otra de sus “crisis”, ya sabes…
-¿En serio?- dijo divertida- ¿Qué la ha pasado esta vez?
-Es una historia terriblemente larga, pero a groso modo te diré que se tropezó con un balón al intentar pasárselo a unos niños en el parque, y se calló encima de un cubo de arena de una niña, que se lo rompió y comenzó a llorar. Lo malo de esto es que Josh observaba todo desde el banco, con Michael y Owen.
-Vaya… pobrecilla- suspiró, mordiéndose el labio inferior para no reírse, no estaba bien reírse de una amiga que lo había pasado tan mal- Es que no soporto a esos tres, no sé que ve ella en Josh, la trata fatal y no nos engañemos, no es guapo, es un chico muy normal, además que es un prepotente y un desagradable...
Rikki calló, escuchándola, sabía que Elisabeth llevaba la razón. Josh era un chico bastante normal, de una altura normal, con un rostro muy vulgar y bastante delgado. Hará unos dos años estuvo saliendo con Ashley, no más de dos meses tardó ella en darse cuenta que le era infiel. Lo pasó verdaderamente mal y desde entonces quedó resentida con el amor. Ashley era probablemente la persona más inquieta y alocada que conocía. Era elocuente, demasiado en ocasiones. Tenía el pelo corto y castaño, a juego con sus ojos. Era la descripción perfecta de una chica completamente normal, al menos en apariencia. Estaba algo por encima de su peso,  lo que se suele definir como una chica con curvas. Siempre estaba desprestigiándose y haciéndose de menos comparándose con las chicas de las portadas de las revistas, o incluso con sus amigas. Para Ashley, Elisabeth era un modelo a seguir: de negro azabache perfecto, alta, de grandes ojos azules, con un cuerpo escultural, inteligente, capitana de las animadoras, de voz dulce, carismática, divertida… Para ella era perfecta, lo que en ocasiones incomodaba un poco a Elisabeth. Desde su ruptura con Josh, ella no había dejado de pensar en él y se engaña a sí misma pensando que lo que siente es amor, cuando en realidad es obsesión, y que él volverá con por ella, pero sólo lo hace cuando él se aburre y quiere pasar el tiempo con alguien. La llama muy ocasionalmente, 1 vez cada 2 o 3 meses. Sus amigas estaban hartas de decírselo, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
-Ya, ya lo sé Eli… pero no era solo por eso por lo que me llamó
-¿Qué más quería?
-Decirme que los chicos habían quedado con los de Brunen- el pueblo de al lado- para jugar un amistoso antes de que comience el instituto y su liguilla, y Alex ha decidido ir a ver a George jugar, habíamos pensando en ir a verles, pero Ash lo ha pensado mejor puesto a su atracción de balones- rieron acompasadamente- Así que hemos decidido quedar más tarde en las pistas que están cerca del río… Y quien se atreva que se dé el último chapuzón del verano.
-¿Bromeas? El agua tiene que estar helada, con el frío que hace por las noches…
-Lo sé, al menos yo no me voy a bañar, pero seguro que ellos se tiran de cabeza- rió Rikki
-Supongo que sí… Entonces, ¿A qué hora quedamos?
-Pasaremos por tu casa sobre las cinco y media, dependiendo de la puntualidad de Ash.
-Está bien, ¡Hasta luego Rikki!
-¡Hasta luego, Eli!

Rikki colgó el teléfono y lo dejó con suavidad al borde de la cama. Se incorporó y abrió el armario. Su madre la había pedido que hiciera la compra, y quería hacerlo sin prisa. Cogió lo primero que encontró en el armario, un vestido corto azul cielo que le regaló su abuela por su cumpleaños hace 2 años. Se lo echó al hombro y cogió rompa interior limpia.
Mientras estaba en la ducha, pensó en el curso que se acercaba. A pesar de ser un pueblo pequeño, Glepper disponía de instituto, al cual acudían los jóvenes de los pueblos de alrededor. El grupo de Rikki, comprendido básicamente por 5 personas: Elisabeth, Jake, Gabriel, Paul y ella, siempre han estado juntos, desde que nacieron. Sus padres siempre han mantenido muy buena relación y casi todos los veranos se iban de vacaciones juntos. Con los años, vinieron nuevas personas al pueblo. Entre ellas, Ashley, Alex y George. Estos últimos se hicieron indispensables en el grupo.
Este curso iba a ser el último para Ashley, Paul, Gabriel, George y Jake, que con 18 años finalizaban su etapa en el instituto. A Elisabeth, Alex y ella aún les quedaba otro año. Tenían 17.
Ninguno de sus amigos se iban a quedar en Glepper, ya que la mayoría iba a mudarse a la universidad o a encontrar trabajo en la ciudad. Quería aprovechar este último año con sus amigos.
Salió de la ducha y se cubrió con la toalla, a hurtadillas, abrió la puerta de su habitación y se encerró. Se vistió lentamente mientras que su vista vagaba por la habitación. Se colocó enfrente del espejo, y se observó durante un rato. Su brillante cabello rubio caía en cascada sobre su espalda. Los ojos eran tan negros como el carbón, y los tenía ligeramente rasgados, lo que le daba un toque felino. La nariz era fina y puntiaguda, sus labios, finos y rojizos. En el instituto, Elisabeth, Alex y ella llamaban bastante la atención.
Era alta para ser chica, 1’68, aproximadamente. Tenía unas piernas largas, que Ash elogiaba constantemente. Tenía poco pecho, por lo que no tenía ningún problema a la hora de ponerse ciertas camisetas que una chica con pecho no podría ponerse. Psicológicamente, era bastante sensata, con muy buenos modales, tímida, tranquila y con las cosas decididas. Organizaba su vida, sin exagerar, siempre dejaba algo en manos del destino. Quería estudiar psicología y su nota global era de 9’2. La encantaba leer y en ocasiones, se lanzaba a escribir historias, basadas básicamente en novelas romanticonas del s. XVIII que tanto la gustaban.
Recogió sus tirabuzones en una coleta y recogió su flequillo con una horquilla. Salió por la puerta, no sin antes despedirse de su madre y desearla que pasara una buena tarde.

3 comentarios:

  1. No esta nada mal el primer capítulo.
    Un beso ^_^

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  2. Te lo agradezco mucho! y te animo a seguir leyendo! :)
    Un beso!

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  3. El primer capítulo es bueno, no dice mucho pero te deja con la intriga jaja Gracias por pasarte por mi blog!

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