Era martes, ¡por
fin! Esa noche Abby apenas había dormido pensando en su primer día de
Instituto. Estaba entusiasmada con conocer a gente nueva y cambiar de aires.
Glepper era tan diferente de la ciudad que la encantaba. Aunque guardaba muchas
amistades de su pasado, comenzar una nueva vida parecía una idea fantástica. Su
madre se comportaba de una forma muy extraña desde el accidente del padre de
Abby. No sólo sería bueno para su madre escapar de los recuerdos, para ella
también. Siempre había tenido una conexión especial con su padre, de esas que
con una mirada eras capaz de decirlo todo sin tener que mover los labios. Hacía
ya poco más dos años que un conductor ebrio impactó contra su BMW, acabando con
su vida. Fue un duro golpe que costó encajar. Jamás, ni ella ni su familia
superaron el dolor, pues que te arrebaten a alguien querido nunca se supera,
tan sólo aprendes a vivir sin él, a saber que jamás volverás a verlo y no hay nada
que puedas hacer para recuperarlo. Su madre procuraba mantenerse entretenida en
otros asuntos y eso la ayudaba a pasar página, y ambas estaban afrontándolo lo
mejor que podían. Era Kyle quien la preocupaba. El no acepta que se hubiera ido.
Desde que murió papá, Kyle nunca volvió a ser el mismo. Ellos nunca habían
mantenido la estrecha relación que Abby y su padre guardaban, la relación
padre-hijo era diferente. Kyle era el niño de los ojos de mamá, por lo que su
padre estuvo siempre como en un segundo plano para él. Lo quería, por supuesto
que lo quería tanto como ella, pero no tenían entre ellos ese entendimiento o
esas bromas que te acercan y unen de una forma única. Quizá por eso, por no
haber podido disfrutar tanto de su padre como le hubiera gustado, Kyle no podía
superar su muerte. En cualquier caso, ella era su hermana e iba a hacer lo
posible por sacar a su hermano de ese bache. Cuando terminó de atar el último
cordón de sus convers, bajó trotando por la escalera hasta la cocina.
-¡Buenos días,
cielo!-Michelle, su madre, se acercó a darla un tierno beso en la mejilla.
Vestía un sobrio traje negro y en su brazo portaba una revista que se titulaba:
100 trucos para renovar tu jardín. ¿Esa
iba a ser su nueva ocupación, jardinera? Se preguntó Abby- ¿Qué tal has
dormido? ¿Estás nerviosa?
Abby sonrió con
amabilidad.
-Sí, pero tengo
ganas de empezar.-Abby apoyó los brazos en la blanca y pulida encimera de la
cocina y buscó frenéticamente con su mirada hacia el salón- ¿Kyle no se ha
levantado aún?
-Sí, hace unos
cinco minutos, estará en su cuarto.
Abby despidió a su
madre con otro beso y llamó cuidadosamente a la puerta de la habitación de
Kyle.
-¿Sí?
-Soy yo, ¿estás
listo?- Kyle abrió la puerta tan de golpe, que Abby tuvo que sujetarse al marco
para no perder el equilibrio. Lucía cansado, con unas ligeras ojeras enmarcando
sus ojos. Por lo demás, se podía decir que estaba listo: pelo ahuecado hacia
atrás, afeitado, camiseta azul marina de manga corta, vaqueros, zapatillas…
-Listo.
-Pareces cansado.
-Eso es porque lo
estoy- contestó el con media sonrisa, mientras cerraba la puerta y se dirigía
por el pasillo a la salida.
-Tienes que dejar
ese estúpido trabajo.-Dijo su hermana cruzándose de brazos mientras seguía a
trompicones a su hermano.
-Lo haré.
Abby sabía que su
hermano, días antes de venir a Glepper cuando pensaba que era una de las
locuras de su madre, había estado haciéndose el gracioso buscando visitas
turísticas cercanas que no teníamos que perdernos si veníamos, camping de
verano cercanos a los que apuntarla, curiosidades y leyendas del pueblo, e
incluso una vez, un trabajo para cuando llegara. Anda mira, mamá, ¡qué bien! Abren un nuevo restaurante Chino en pocos
días en un pueblo que está a 7km de Glepper, ¡quizá pueda trabajar allí! Así
conoceré la zona y a gente ¡cuánta ilusión me hace! El tono sarcástico con
el que hablaba era más que notable para ella, pero no para su madre que estaba
tan cegada con la ilusión que Kyle mostraba, que no podía ver que se trataban
de simples burlas. Aun así, cuando llegaron y todavía sin encontrar una
explicación lógica, Kyle se pasó por el restaurante.
Debido a lo pronto
que habían salido de casa, Kyle y ella habían decidido ir andando al Instituto,
además, el coche de Kyle llamaba demasiado la atención. Estuvieron largo tiempo
en silencio. Abby no paraba de imaginarse cómo sería su clase, su profesor, sus
compañeros, cómo sería su bienvenida… Estaba tan distraída en sus propios
pensamientos que no se dio cuenta de que su hermano estaba aún más abstraído
que ella. Miraba fijamente al suelo como si hubiera algún enigma por resolver
y, de vez en cuando, apretaba con más fuerza sus puños en los costados.
-¿Kyle?-levantó
rápidamente la vista del suelo y la fijó en el horizonte.
-Antes de que
preguntes, estoy bien Abby.-Ante la incrédula mirada de la chica, se apresuró a
decir- es sólo que no entiendo cómo puedes tener tantas ganas de comenzar de
nuevo.-Kyle volvió a fijar su vista en el suelo. Abby cambió su tono y puso la
más suave y tranquila de las voces, mostrándose todo lo comprensiva que podía.
-Sé que puede dar
miedo. A mí me lo da. –Admitió con una sonrisa- pero ¿Sabes? Creo que ante
cualquier situación, lo más importante es la actitud que uno toma. A todo el
mundo le da miedo empezar de cero, pero nos da miedo porque pensamos que es
algo que nos puede salir mal y que se escapa de nuestro control, puesto que es
algo que no conocemos. Pero ¿y si sí lo podemos controlar? La actitud positiva
llama a las cosas buenas, y bueno, si vas con miedo y desconfianza, te
eclipsarás a ti mismo, es decir, si vas con una mala actitud no te estarás
comportando como eres tú, por lo que no sabrás como salir de cierta situación
que puede no salir bien o alguna circunstancia embarazosa. Eres la persona más increíble que conozco,
Kyle, tú eres la mejor de las cosas buenas que conozco, y como ya he dicho, las
cosas buenas llaman a las cosas buenas.
Ante tal
declaración, Kyle se sorprendió ruborizándose. Le dedicó una mirada a su
hermana y tras una pequeña pausa, le ofreció una hermosa sonrisa.
-Gracias Abby. Eres jodidamente increíble.- Abby le sonrió y apretó la
mano.
Ashley se despertó
sobresaltada. Había aplazado la alarma en cuatro ocasiones y se levantó de un
salto cuando vio que llevaba 20 minutos de retraso. Se arregló en menos de
cinco minutos y salió trotando por la puerta con un donuts en la boca.
Elizabeth y Alex doblaban la esquina en ese momento.
-¡Vaya!-gritó Alex
sorprendida- no me lo creo. ¡El primer día y puntal! Este año promete.
Ashley la sonrió
como pudo mientras se tomaba su desayuno.
-Qué duro es
levantarse por la mañana.-Admitió con pesadez mientras tragaba.
-A mi hoy no me ha
costado nada levantarme, la verdad que he dormido muy a gusto- la reluciente
sonrisa de Elizabeth corroboraba sus palabras. Tenía el pelo perfectamente en
su sitio y en sus ojos no había ni rastro de corrector anti-ojeras.
-Parece que otros
no han tenido tanta suerte- añadió Alex observando acercarse a los chicos,
Jake, Paul, Gabriel y George. Paul y
Jake parecían no haber dormido nada en toda la noche, Paul aún tenía legañas y
Jake apenas podía abrir los ojos con normalidad.
-Estáis hechos una
mierda.- observó Alex, a lo que Jake contestó con una pesada mirada mientras se
frotaba la cara.
-Por favor, no
insultes a la mierda.
-¿Pero qué os ha
pasado? ¿Os habéis pegado con la almohada?-preguntó Elizabeth.
-¿O con el agua
caliente?- George señaló las legañas de Paul, que rápidamente se quitó de la
cara.
-El imbécil este me
convenció ayer para salir.-dijo Jake. Paul le dirigió una ofendida mirada.
-¿No te mereció la
pena? Además, era un caso extremo. Había que intervenir.
-¿Perdón?-preguntó
Ashley, sin entender nada.
-No quieras saber a
qué llama Paul casos extremos, Ash. –Sonrió Gabriel. Antes de que Paul se
pudiera explicar, Jake intervino rápidamente.
-Quedamos con
Rachel Devlin y Lisa Stevenson.
-Eso sí que son
casos extremos-sonrió Paul colocando sus manos detrás de la nuca con
satisfacción, lo que provocó una mueca de asco por parte de todas.
-Ag- Ashley miraba
a Paul como si fuera un gusano gigante-
Rachel Devlin es la mayor zorra de todo Glepper, ¡qué digo!, de medio
continente.
-Claro Ash, por eso
yo me dedico a cazarlas- Paul guiño el ojo a Ashley, y esta fingió una arcada.
-¿Y tú
Jake?-preguntó Elizabeth- ¿vas a volver a salir con Lisa?
-No sé, la verdad
que ayer me lo pasé bien. Estuvimos bailando en el Rush y Paul pidió una copa
que Rachel acabó tirando a una tía por bailar con Paul y cuando se acercó…
Ashley dejó de
escuchar la conversación, algo en la acera de enfrente le llamaba poderosamente
la atención. Kyle y la otra chica castaña estaban cruzando la carretera. Virgen
santa, ¡qué bien le quedaba esa camiseta! Marcaba toda su musculatura, apenas
dejando espacio a la imaginación. Ashley estaba tan concentrada en la visión de
su perfecto dios griego que no se percató de la señal de STOP que se encontraba
justo delante de ella hasta que fue demasiado tarde. Un estridente “pommmmm”
retumbó por toda la acera. Su cara se había estampado contra la señal. De
repente, las risas de sus amigos se cortaron. La atención de toda la gente de
la calle se concentraba en ella. Incluyendo a Kyle y, oh dios mío, Josh y sus
inseparables Michael y Owen habían sido los afortunados en tener el mejor plano
de su cara contra la señal. Las risas comenzaron a arder en sus oídos, y no
volvió a abrir los ojos hasta que notó una mano en su hombro.
-¿Estás bien, Ash?-
Elizabeth se mordía el labio, claramente para contener la risa, pero sus ojos
mostraban preocupación y lástima. Paul había tenido que apoyarse en la pared y
limpiarse varias veces las lágrimas, mientras que George y Jake se doblaban
sobre sí mismos de la risa. Josh se reía entre dientes mientras observaba como
Owen y Michael repetían una y otra vez la escena. Al menos, Gabriel y Alex trataban de disimular y se
tapaban la boca. Kyle estaba más cerca de lo que había pensado, pues desde ahí
pudo oírle decir:
-No sé qué tienen
en este pueblo con estamparse cosas en la cara. –Estaba serio, aunque el rubor
en sus mejillas delataba que se había estado riendo. Repentinamente, Elizabeth
se tensó, por lo que Ashley dedujo que también lo había oído. Frunció el ceño y
se giró para mirarlo, aunque éste estaba de espaldas, avanzando hacia el
instituto.
-Estoy bien- se apresuró a decir, tratando de relajarla un poco. Recolocó su
bolso en el hombro y avanzó entre las miradas de la gente lo más dignamente que
pudo.
Rikki observaba
desde su asiento la puerta del instituto. Empezaban a formarse pequeños grupos
mientras que otros salían y entraban, se saludaban, reían, cuchicheaban. Al
instituto de Glepper acudían alumnos de otros pueblos cercanos. No paraban de
llegar autobuses de los que se bajaba gente tan sonriente como somnolienta.
-Gracias por
traerme, James.- le sonrió al joven sentado a su lado.
-No me las des, estoy
siendo egoísta.- James se incorporó en su asiento y la tocó suavemente la
barbilla con su mano- era la única forma de verte antes del sábado.
Rikki se sonrojó
levemente y se acercó para darle un beso. Empezaba a acostumbrarse, pero aún la
temblaban las manos y su estómago parecía cobrar vida en su interior cuando se
encontraba tan cerca de él. Rikki cerró los ojos, respirando con dificultad,
mientras James tomaba su cara con ambas manos, recorriendo sus pómulos con los
pulgares. Sus labios se juntaron en un suave beso, que poco a poco fue cobrando
intensidad. Los dedos de James se enredaban en el suave y rubio cabello rizado
de Rikki, mientras que ella se aferraba a su nuca. James sonrió contra sus
labios, dejado escapar un leve suspiro que llenó el aire entre ellos de una
suave menta fresca.
-No querrás llegar
tarde el primer día, ¿no?- Rikki se atusó el pelo mientras abría la puerta del
coche.
-No.- sonrió- Estoy
deseando que llegue el sábado. – James la guiñó un ojo.
Rikki se bajó del
coche aún sonrojada. Mientras cruzaba la carretera, analizaba los grupos de
gente cada vez más numerosos que se arremolinaban en la entrada buscando algún
rostro familiar. Cuando llegó a la puerta, se dispuso a sacar el móvil y llamar
a alguno de sus amigos, cuando un aroma de coco la inundó los pulmones. Sin
duda alguna, Kimberly, la hermana de Jake, estaba cerca. Se giró sobre sus
talones y se topó de cara con una reluciente sonrisa.
-Buenos días,
Rikki- la voz de Kim, llena de dulzura y simpatía, obligaba a lanzarle una
sonrisa.
-Buenos días, Kim,
¿qué tal estás?
-Con ganas de
empezar- sonrió Kim, optimista.
-Vaya, me alegro de
que tengas tantas ganas- Rikki volvió a mirar a su alrededor, sin encontrar a
sus amigos- ¿Sabes dónde están tu hermano y el resto?
-No, yo salí de
casa antes que Jake- Kim puso los ojos en blanco- como siempre, seguía babeando
en su cama cuando salí por la puerta, llegará dentro de poco, supongo.
Kim sonrió y
despidió a Kim con la mano, que corría con su grupo de amigas. Una imagen
involuntaria de Jake dormido en su cama, tan desparramado como siempre,
apareció en su mente. Su sonrisa se profundizó aún más.
-¿Pensando en tu príncipe
azul?- preguntó Ashley, a la que no había visto llegar. Detrás de ella,
apareció el resto del grupo. No pudo evitar mirar de soslayo a Jake, que reía
con Gabriel.
-No- dijo más
fuerte de lo que esperaba- me he encontrado con Kim y me ha hecho sonreír.
-¿Lista para tu
primer día, compañera?- Alex sonreía mientras la cogía por el brazo.
-Desde luego- Rikki la agarró el brazo con firmeza, entrando juntas.
Los pasillos del
instituto eran un hervidero de gente. La mayoría eran caras conocidas para
Jake, Ashley y Gabriel, que avanzaban hasta su aula. A pesar de que el instituto
no era muy grande, a Ashley se le hizo una eternidad. Cada minuto paraban a
Jake o a Gabriel para saludarles. Las chicas nuevas miraban alucinadas a Jake,
las que no eran nuevas, le saludaban, le sonreían, le hablaban sobre sus
aburridas vacaciones, o incluso se “tropezaban” con él, frotándose contra su
cuerpo más de lo que un choque accidental supondría. Patético, pensó Ashley.
Estaba a punto de entrar a clase cuando una mano se apoderó de su brazo,
dándola la vuelta.
-Oh, hola Josh-
intentó parecer natural, incluso como si verle la aburriese, pero no pudo
evitar sonar sorprendida.
-Hola Ash- el chico
parecía inquieto, mirando a ambos lados del pasillo, alerta- me preguntaba…
-Sí, estoy bien, lo
de antes no ha sido nada- le cortó Ashley
-No me importa- Ashley
frunció el entrecejo- quiero decir, que sé que estás bien pero que no era eso,
quería saber qué hacías esta tarde.
La pregunta la
cogió por sorpresa, ¿estaba invitándola a salir después de pasar de ella?
-¿Qué te importa?-
repuso ella, cruzándose de brazos.
-Venga, Ash- el
chico sonaba cada vez más impaciente- no te hagas la difícil ahora.
Ashley elevó las cejas, perpleja.
-Vaya, he de
pedirte que vayas más despacio, tanto romanticismo me está abrumando, ¿sabes?
-Joder, Ashley,
nunca he sido de esos-Josh comenzó a levantar la voz, cada vez más tenso y
mirando con más nerviosismo por el pasillo- sólo quiero saber qué haces hoy.
-Lo mismo que ha
hecho estos últimos meses, capullo- la voz de Jake apareció fuerte y cortante
detrás de Ashley, sujetándola por los hombros- ignorarte.
Josh se tensó rápidamente.
Bajó su mirada a Ashley otra vez, que tenía una expresión indescifrable, y
justo cuando iba a decirla algo, aparecieron Michael y Owen.
-Tío, ¿qué estás
haciendo ahí?- Josh se giró rápidamente, fuertemente sonrojado.
-Nada- dijo con
rapidez- creía que esta era mi clase, me he equivocado…
Sus palabras
perdían intensidad a medida que atravesaban el pasillo. Jake giró a Ashley
sobre sus talones.
-¿Qué coño quería
ese imbécil?- la mandíbula de Jake se tensó. Ashley sabía que a ninguno de sus
amigos le gustaba Josh, todos sabían cómo se portaba con ella y Jake no era de
los que lo disimulaba- Ash, sabes que si te está molestando, yo…
-Tranquilo Jake. te
lo agradezco pero no es necesario, no me va a molestar más.
Jake se dio la vuelta poco convencido y se sentó al lado de Gabriel,
preparándose para aguantar todo un día de presentaciones que tenía pinta de ser
de lo más aburrido.
Kyle se encontraba algo
perdido por el pasillo. En aquél instituto todos los pasillos eran
condenadamente iguales. Su aula era la número 124. Se detuvo a mirar la chapa
de la puerta que tenía enfrente, 42. No parecía que se encontrara cerca. Ojalá
su hermana hubiera tenido más suerte. Se giró de golpe, topándose con un grupo
de chicas, no mucho más mayores que su hermana, que lo miraban sonrojadas. Una
se enroscaba el dedo en el pelo, mientras batía sus pestañas a una velocidad de
vértigo. Kyle sonrió amablemente y avanzó por el pasillo. Atraía fácilmente las
miradas de las chicas, incluso oía hasta algún que otro suspiro a su paso. Se
dispuso a doblar la esquina cuando la vio, apoyada en su taquilla hablando con
un chico que era incapaz de tragar saliva mientras hablaba con ella. Llevaba una
corta falda azul, que al apoyarse con la cadera en la taquilla, había
empequeñecido al menos una talla más, mostrando unos bonitos y torneados muslos
ligeramente bronceados que hacían maravillas en la imaginación de Kyle. La
camiseta blanca dela chica se ceñía a su pecho. Kyle empezó a preocuparse por
que las babas del otro chico salpicasen su linda camiseta, pero se apoyó en la
pared y observó divertido, tratando de escuchar la conversación.
-No creo que este
año me apunte, Lionel, tengo muchísimo trabajo que hacer, además ser la
capitana de las animadoras me quita mucho tiempo y…
Kyle volvió a perderse
en sus pensamientos, con que capitana de las animadoras… Bueno, eso explicaba
lo tonificados que estaban sus muslos. Kyle empezó a formarse una idea sobre
ella, seguramente sería como todas las niñatas arrogantes y creídas que había
conocido en la ciudad. Ella era increíblemente guapa, pocas chicas como ella
había visto en su vida, además que al vivir en un pueblo tan pequeño, su
belleza se multiplicaba por mil. Ninguna podría compararse con ella.
-Vamos Eli, te
necesitamos en el comité de festejos- Eli, era la primera vez que escuchaba su
nombre- nadie como tú organiza los bailes. Eres la mejor sin duda.- El joven se
sonrojó, y de repente, Kyle sintió lástima por el chico. Era obvio en la mirada
de ella que no quería nada con él.
-Lo siento, pero no
seré la presidenta del comité este año- sonrió con tristeza- pero siempre
puedes pedirme consejo, ¿de acuerdo?
El chico la sonrió
y se alejó, aún sonrojado. Elizabeth se apartó de la taquilla, colocándose su
largo y reluciente cabello negro sobre un hombro. Abrió su taquilla y se puso a
inspeccionar todos sus rincones.
-¿Buscando chicles
pegados que raspar?
Elizabeth dio un
brinco de sorpresa y se giró. No podía ser cierto. Era el chico de la
biblioteca, Ashley había dicho que se llama Kyle. Sin saber por qué, Elizabeth
se sonrojó y bajó la mirada.
-Sí, bueno ya
sabes, las taquillas cambian todos los años y el año pasado era de come mocos
Fred.
Kyle pareció
divertido.
-Vaya, sólo Dios sabe
qué puede haber ahí dentro –dijo con fingida preocupación, acercándose tanto a
Elizabeth que ésta podía inspirar su suave aroma a colonia. Eli comenzó a notar
como sus mejillas ardían y, en un intento de dignidad, diciéndose a sí misma
que estaba haciendo el imbécil, levantó la barbilla con decisión, poniendo su
mano entre ellos para salvaguardar las distancias.
-Me llamo Elizabeth
y soy la capitana de las animadoras- intentó sonar segura y confiada, pero sonó
más bien prepotente y arrogante. El chico frunció el ceño mientras observaba su
mano.
-Yo Kyle- Elizabeth
bajó la mano avergonzada y dolida, ¿por qué no la saludó también? Es un
malcriado.- En realidad, estoy bastante perdido. ¿Dónde está el aula 124?
Elizabeth le
explicó el camino, y cuando acabó, Kyle se había marchado con un seco “gracias”.
Era extraño, pensó, al principio parecía amable con ella, incluso divertido,
pero después sin ningún motivo se mostró otra vez tan frío como siempre había
pensado que era.