lunes, 16 de junio de 2014

Capítulo 6: Ilusiones perdidas


Era el segundo día de clase y Kim corría hacia su aula. El día anterior había sido genial. Se había vuelto a encontrar con muchos amigos de otros pueblos más lejanos que no había visto en todo el verano. Había conocido a la chica nueva, Abby, que a pesar de estar un poco tímida al principio, poco a poco empezó a soltarse. Habían congeniado desde el principio y se moría de ganas por invitarla a ella y al resto de sus amigos a su cumpleaños este fin de semana. Ella y Emily lo habían estado organizando toda la tarde anterior. Derrapó por la puerta antes de que se cerrara, abriéndola con el brazo. El señor Fiztgerald la miraba desde sus anteojos sobresaltado, aunque en seguida se dio la vuelta y se sentó en su cómodo asiento. Kimberly se sentó en su silla, y mientras el profesor pasaba lista, llamó a una de sus amigas, la más chismosa.

-Lili –susurró.

-¡Kim!, casi te empotra la puerta en la cara.

-Este fin de semana, mi cumpleaños, el viernes, a las seis, en la pradera- Kim sonrió abiertamente- pásalo. Lili alzó las cejas, mostrando sorpresa y algo de satisfacción en su rostro.

-¿El viernes a las seis, Kim?- preguntó la chica, elevando una de las comisuras de su boca.

-Veo que el verano no ha alterado tu memoria- añadió Kim con ironía mientras abría su nuevo cuaderno- Me alegro. – Lili se revolvió en su asiento, sonriendo ampliamente, era obvio que estaba disfrutando el momento.

-La fiesta de bienvenida de Abby es el viernes a la misma hora. –Kim apartó el cuaderno y miró a Lili con cara de no entender nada.

-¿Una fiesta de la que yo no me haya enterado?- resopló Kim- Por favor Lili, no seas ridícula.- Lili sonreía tanto que Kimberly pensó que se le iba a desencajar la mandíbula.

-Lo hablamos a la salida, mientras íbamos a casa, justo cuando tú y Emily os desviasteis. Nos pareció una buena idea y Abby estaba encantada. – Se encogió de hombros- Te llamé para decírtelo pero comunicabas.

-Pues la canceláis- Kim sonó rotunda- es mi cumpleaños y no puede ser otro día, su estúpida fiesta de bienvenida puede ser cualquier otro día y no el 22 de Septiembre, ¿no crees?

-Pues… - Lili fingió que reflexionaba su propuesta- no, lo cierto es que no. Resulta que su casa va a estar sola el viernes… Bueno, que su madre no va a estar, su hermano súper tío bueno sí. A Kimberly se le empezó a crispar el rostro.-Además, ya he avisado a todo el mundo. Puedes celebrar allí tu cumpleaños también, si Abby está de acuerdo.

-Fantástico- dijo Kimberly exasperada- ahora tengo que pedir permiso a doña no conozco a nadie para celebrar mi cumpleaños el día de mi cumpleaños. –Kimberly envió una mirada asesina a Abby, que miraba distraída su cuaderno. Será zorra, pensó.



Elizabeth avanzaba hacia su clase de Biología cuando se topó con Alex y Rikki.

-Hola chicas.

-Ey, Eli, ¿cómo va tu día de clase?- preguntó Alex.

-Sola y aburrida.-Dijo con pesar- encima ahora tengo Biología con la señora Meyer y no tengo a nadie con quien jugar al tres en raya.

-¿No estaba Susan en tu clase? Era simpática-preguntó Rikki.

-Sí, pero no va a Biología.- En ese momento, un chico que salía de la clase de arte con una enorme caja que tapaba su cara, se empotró con Elizabeth. Un montón de bolitas de corcho la cayeron como si estuviera nevando. El chico, que no tendría más de 14 años, se disculpó rápidamente, avergonzado, mientras recogía como podía las diminutas bolas de corcho.

-¡Perdón, señorita!, digo, ¡perdón, chica! O sea, quiero decir…

-Tranquilo, está bien- intentó tranquilizar al joven- no es como si fuera radioactivo, ¿o sí?- preguntó muy seria Elizabeth, mirándolo fijamente.

-¿Eh? No, no, no- el joven miraba al suelo fijamente, haciendo movimientos rápidos con las manos- vamos, eso creo… No, no; no pueden serlo.- Elizabeth se echó a reír.

-No pasa nada, era una broma.- Echó un vistazo a su alrededor para despedirse de las chicas, que avanzaban por el pasillo riéndose, Alex se dio la vuelta, como si hubiera notado su mirada, y le sacó la lengua. Elizabeth continuó su camino, zarandeándose el pelo para quitarse las bolitas de corcho. El sujetador le comenzó a picar allí donde la rozaban las bolitas. Echó una rápida mirada a su escote y decidió cambiar de dirección para ir al baño y quitárselas. Giró bruscamente sobre sus talones, tropezándose de nuevo con algo. Se preguntó qué la pasaba estos días, no era usual que ella tropezase tanto.  Una voz la sacó de sus pensamientos.

-Si dejaras de mirarte el pecho, tal vez te chocarías menos. –Kyle sonó cortante, sus ojos la miraban como si la atravesaran, como si ella estuviese vacía. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Se sonrojó. Quería soltarle algo grosero, algo tan grosero como lo que la acababa de decir, pero era inútil, las palabras no salían. Se preguntó por qué cuando estaba cerca de él se comportaba como si fuera tonta. Quizá era ese perfecto pelo rubio, es ligero mechón que caía graciosamente sobre su frente, sus increíbles ojos verdes, la marca de los músculos de su brazo en la camiseta… Muy a su pesar, lejos de contestarle alguna grosería, su garganta emitió un leve sonido:

-Lo siento…

-No lo sientas,- Kyle la apartaba con el brazo mientras avanzaba. Sintió una punzada de calor allí donde la rozaron sus dedos.- esta vez no ha habido sangre.

Acababa de llegar a su casa del instituto y Ashley jugueteaba con el teléfono en la mano. Ayer había estado toda la tarde con Josh. Se había jurado y perjurado no volver a quedar con él, ni si quiera volver a mirarlo a la cara, pero cuando se presentó con las flores en la puerta… Flores a ella, que nunca la habían traído flores, lo que es más fuerte, flores DE ÉL para ella, que nunca habría regalado a nadie flores, con lo poco romántico que es Josh… Hubiera sido perfecto si las hubiera comprado en vez de haberlas arrancado del jardín del vecino, pero lo que cuenta es la intención. Además, la tarde había sido perfecta. Volvió a desbloquear el móvil, lo miró, y volvió a bloquearlo. Quería contárselo a sus amigas, hoy no había podido porque los chicos siempre estaban presentes, y ella sabía que ellos no lo iban a entender. Finalmente, quedó con ellas para después del trabajo, avisándolas de que tenía una noticia bomba. Seguro que se alegraban de que volviera a estar con Josh.

Terminó de ponerse el uniforme y se fue al supermercado. Iba especialmente contenta, incluso al llegar, sonrió al rancio de su encargado, que siempre se estaba quejando por todo.

-Llegas cinco minutos antes, ¿es que acaso quiere ser la empleada del mes?-dijo con desdén.

-Se hace lo que se puede- contestó Ashley aún sonriente.

Avanzó por el pasillo, colocando cajas de cereales, cuando, entre las cajas, al otro lado del pasillo, le pareció ver una camiseta azul con letras japonesas naranjas. Una camiseta que reconocería en cualquier sitio. Sonrió aún más y fue corriendo al siguiente pasillo, cuando se congeló. Sí, era él, no se había equivocado, pero no estaba sólo. Josh apoyaba suavemente la mano en el trasero de una chica castaña, no sabía cómo se llamaba, pero sí la había visto antes por el instituto, aún iba a segundo. Las náuseas se apoderaron de ella cuando la chica se acercó y le besó de forma repulsiva, incluso desde donde ella estaba podía ver las lenguas tocándose. Dio un paso atrás, salió corriendo por el largo pasillo tan rápido, que no vio la carretilla de las botellas de vino hasta que ya estaba encima. Un estridente ruido llamó la atención de los que se encontraban más cerca, que corrieron para ayudarla intentando no resbalarse con el vino. Ashley quería salir de allí como fuera,  estaba empapada en vino y se sentía humillada. Una mano fuerte y amable la subió y la envolvió en un familiar abrazo. No hizo falta verle la cara para saber quién era, su colonia “derrite-braguitas”, como él la llamaba, la inundaba las fosas nasales. Tenía que reconocer que olía malditamente bien.

-¿Estás bien, Ash?- dijo Paul, separándola de su abrazo con cuidado- ¿te has cortado? Tienes una cara horrible.

-Si estoy bien-dijo Ashley, intentando aguantar las lágrimas que picaban en sus ojos. – tu camiseta no puede decir lo mismo.

El chico bajó la mirada a su torso. La camiseta gris que llevaba era morada en algunas zonas que se adherían a su cuerpo, marcando los músculos de debajo. Paul sonrió.

-Bueno, no me sienta del todo mal. Venga, tendrás que cambiarte y explicárselo a tu jefe antes de que aparezca gritando como un energúmeno.

Ashley asintió y avanzó a su lado, cuando Josh y su acompañante aparecieron por el pasillo. Rápidamente, Ashley se escondió en la espalda de Paul, dando la espalda al pasillo. Paul se giró extrañando, a punto de preguntarla que la ocurría, cuando él los vio también. No sabía nada, pero no hacía falta ser muy listo. Paul tensó los puños a su lado mientras Josh avanzaba, sin mirarle si quiera. Estaba muy concentrado comentando con su acompañante qué habría podido pasar en el pasillo, a pesar de que la chica parecía mostrar más interés en la camiseta pegajosa de Paul. Cuando salieron de su campo de visión, Paul cogió a Ashley de la muñeca y avanzaron hasta la sala del personal.

-¿Qué ha pasado, Ashley? ¿El imbécil ese tiene algo que ver con esto, o es sólo otro de tus accidentes?

-Yo…- Ashley no quería mentir a sus amigos, no lo hacía nunca porque lo odiaba, pero no quería que cada vez que la pasara algo uno de ellos se pusiera la capa de superhéroe y salieran en su ayuda-Estoy bien, Paul, no importa.

-Cuéntamelo, Ashley.

Ashley finalmente accedió, y mientras se lo estaba contando, apareció su encargado, claramente enfurecido.

-¿Quién eres?- preguntó a Paul, que cuando estaba a punto de contestar, dijo- Bueno, me da igual, fuera de aquí. Tengo que hablar con Ashley sobre su finiquito.

Ashley soltó un leve suspiro, y Paul se enfadó aún más.

-Pero no la puede hacer eso, ha sido un accidente, ella no quería romper todas esas botellas, hasta podía haberse hecho daño…

-Joven-dijo tajantemente el encargado- a no ser que su amiga tenga el suficiente dinero para reponer toda una cosecha de vino de Burdeos del 68, me temo que tendrá que abandonar su puesto, y yo haré como que no ha ocurrido nada. Creo que estoy siendo generoso.

-Vete, Paul- Ashley miraba fijamente al suelo- ya has hecho bastante por mí, y él tiene razón, luego hablamos, ¿vale?

Paul salió a regañadientes, murmurando improperios contra el encargado, y sobre todo, contra Josh. Decidió esperar fuera a Ashley, apoyado en el muro del supermercado. Joder, encima se le había olvidado comprar la cerveza. Vaya mierda de día, aunque el de Ashley era mil veces peor. Estaba pensando en su amiga cuando se fijó en el autobús parado en la carretera, esperando al que el semáforo se pusiera en verde. En la parte de atrás, una hermosa morena apoyaba la cabeza en su puño, aparentemente distraída. Paul sonrió. Algo bueno, al fin. La miró fijamente hasta que ésta se dio cuenta del joven. Paul la tiró un beso, y la formó un corazón con los dedos, mientras pronunciaba con los labios “guapa”. La chica se sonrojó, y a pesar de que su intención fue mirar para otro lado muy seria, Paul pudo observar como sonreía a su pesar mientras giraba la cara. Repentinamente de mejor humor, se despegó de la pared y avanzó un poco más hacia la puerta. Fue entonces cuando lo vio, ya no estaba con la chica, estaba con Michel y Owen, en el banco justo frente al supermercado. Josh estaba contando lo ocurrido con el vino, aunque por lo que pudo oír, no sabía que había sido Ashley.

-¿Y estabas con Maia? ¿Te la has tirado ya?

-Que dices tío- contestó Josh, con aire de superioridad- a esta clase de chicas hay que llevarlas a la cama a la semana, o salen corriendo. –Patético, pensó Paul, al que el humor le iba cambiando cada segundo. Michel y Owen asintieron, como cuando recibes una nueva lección.

-Las que te tiras el mismo día son las tías como Ashley- rió Owen, mientras daba un codazo de complicidad a Michel.

-No digas tonterías, a esa fea no la toco ni con un puntero láser- contestó Josh, súbitamente sonrojado.

-Bueno tío, para un polvo está bien…- Dijo Michel, mientras Owen y Josh le miraban con repugnancia.

-¿Sabes, Michel, quién está bien para un polvo?- preguntó Paul, que se estaba conteniendo por no darles una paliza a los tres allí mismo. Todos lo miraron paralizados, dándose cuenta por fin de su presencia-tu hermana está muy bien para un polvo. Más que bien diría yo.-sonrió con malicia, mientras Michel se ponía muy serio.- creo que me gustó tanto que la volvería a llamar si no fuera por el peligro que corro de que me contagie SIDA.

Michel abrió la boca, con ganas de contestar, y la calló rápidamente, mirando al suelo. Paul sabía que ellos jamás habían estado con una mujer, y Josh sólo con Ashley, la que ahora repudiaba, el muy imbécil.

-Eso tío, cállate, todos sabemos que tu hermana es una guarra-dijo Josh, sonriendo estúpidamente a Paul- ¿Qué tal van los entrenamientos? ¿Vais a seguir siendo los mejores de la liga?- Paul sintió como si un gusano le estuviera hablando. Se giró muy lentamente, tratando de controlar su furia, cuando vio por el rabillo del ojo que Ashley estaba en la puerta, despidiéndose de una compañera. Paul enganchó rápidamente a Josh de la camiseta, y lo arrastró hasta el otro lado del supermercado.

-¿Pero qué haces, tío? Suéltame- Josh sonaba aterrorizado, aunque no lo bastante para Paul.- Tío, yo te admiro mucho, no quiero problemas. Si es por lo que he dicho de Ashley, vamos tío, sabes que no es cierto, si yo…

-Cállate, payaso- Paul empotró a Josh contra la pared, cogiéndole por el cuello- tengo el tiempo justo. Te lo voy a explicar muy clarito, ¿entendido? Tú, gusano asqueroso, jodes a mi amiga, y yo, pedazo de mierda, te jodo a ti. La próxima vez no la vas a poder engañar con nadie, porque no va a haber próxima vez. ¿De acuerdo?- Josh asentía, con los ojos inyectados en miedo- Como me entere de que la hablas, la escribes o… joder, como me entere de que la miras de reojo, esto no va a ser nada ¿lo entiendes, verdad? Considérate afortunado de que tenga que volver con ella en dos segundos, sólo vas a irte a casa con esto.

La cara de Josh se contrajo, anticipando el golpe. Paul estrelló su puño en la parte central de su nariz, que crujió y empezó a sangrar.

Felicidad. Eso era lo que ella sentía. Tanto tiempo pensando que estaba bien, que no la faltaba nada, que todo a su alrededor funcionaba, y ahora sí que era perfecto. James encajaba en la vida de Rikki a la perfección. Era todo lo que una chica podría pedir: atento, cariñoso, guapo, trabajador, buen estudiante… La trataba como una reina, no había noche que se acostara sin que la deseara dulces sueños, ni mañana que no se levantara con unos buenos días. Él estaba siempre ahí, y aun así, ella estaba preocupada porque se fuera de la ciudad. James no vivía en Glepper, vivía en otro pueblo cercano, y ahora se tenía que ir a la Universidad que estaba en el condado. En coche, se tardaban unas 8 o 9 horas en llegar, en autobús medio día. Sabía que él la había prometido ir a verla todos los fines de semana, y le creía, pero no podía evitar preocuparse por su relación. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que apenas se dio cuenta que había llegado a casa de Ashley. Llamó a la puerta.

-Hola Rikki, pasa cielo- la madre de Ashley era una persona encantadora. Siempre andaba con sus vestidos floreados o con estampados de animales, era activista en más de una ONG y jamás, jamás la había visto enfadarse por nada. Siempre sacaba el lado positivo a todo. Era bastante bajita, muy menuda y llevaba unas grandes gafas de pasta blancas.

Subió por las escaleras y abrió la puerta del cuarto de Ashley, que por lo que veía, llegaba la última. Elizabeth y Alex mostraban caras horrorizadas, aunque la de Alex era más bien rabia contenida, Ashley parecía deprimida, cansada, como apagada, algo inusual en ella.

-¿Qué pasa?- Elizabeth la puso rápidamente al día, mientras que Ashley escuchaba en silencio, jugueteando nerviosa con la etiqueta del cojín de su cama. Rikki entendió las caras de sus amigas al momento, y sabía que la suya debería de mostrar el mismo horror y enfado.

-Ashley yo…

-Por favor, no digas te lo dije, lo sé, sé que he sido tonta pero…

-No iba a decir eso- Rikki se sentó en la cama al lado de su amiga- Sé que sabes que lo que hiciste está mal, no hace falta que te lo recuerde. Sé que sabes que Josh es un capullo, y sé que esta vez lo sabes de verdad, que no volverás a caer en sus trucos. Yo sólo quería decirte que te quiero, que todas nosotras te queremos, que Paul, que Jace, Gabriel, George, todos ellos te quieren, tu familia lo hace, en clase, en todo el instituto conoces a un montón de gente a la que la caes genial. Todos lo hacemos porque no nos dejas otra opción. Porque eres la mejor persona que hay en todo Glepper, no hay nadie como tú ni en Glepper, ni en todo el mundo. Y eso lo sabe cualquiera que te conozca mínimamente. Eres la mejor amiga que nadie puede tener. Nos cuidas y nos quieres, escuchas siempre todos nuestros problemas y jamás pones mala cara, guardas nuestros secretos y nunca pides nada a cambio. Eres increíble Ash, y por eso estamos aquí, porque aunque la vida te ponga algún que otro capullo en medio, lo hace para que veas lo fuerte que eres y lo mucho que vales. Y si tú no te das cuenta, o ese gilipollas te hace dudarlo un segundo, nos tendrás a cada uno de nosotros recordándote mil veces lo estupenda que eres. – Rikki vio cómo los ojos de Ashley se inundaban de lágrimas, incluso los de Elizabeth, y cuando Ashley abrió la boca ya se preparaba para un montón de sollozos y de “sois las mejores”, cuando dijo:

-Pero todo eso no vale, porque tú eres mi amiga y me quieres, y no puedes decir otra cosa, es como si me lo dijera mi madre- dijo entre risas y lágrimas, antes de que Rikki se echara a reír y la abrazara.


jueves, 1 de mayo de 2014

Capítulo 5: Señal de Stop



Era martes, ¡por fin! Esa noche Abby apenas había dormido pensando en su primer día de Instituto. Estaba entusiasmada con conocer a gente nueva y cambiar de aires. Glepper era tan diferente de la ciudad que la encantaba. Aunque guardaba muchas amistades de su pasado, comenzar una nueva vida parecía una idea fantástica. Su madre se comportaba de una forma muy extraña desde el accidente del padre de Abby. No sólo sería bueno para su madre escapar de los recuerdos, para ella también. Siempre había tenido una conexión especial con su padre, de esas que con una mirada eras capaz de decirlo todo sin tener que mover los labios. Hacía ya poco más dos años que un conductor ebrio impactó contra su BMW, acabando con su vida. Fue un duro golpe que costó encajar. Jamás, ni ella ni su familia superaron el dolor, pues que te arrebaten a alguien querido nunca se supera, tan sólo aprendes a vivir sin él, a saber que jamás volverás a verlo y no hay nada que puedas hacer para recuperarlo. Su madre procuraba mantenerse entretenida en otros asuntos y eso la ayudaba a pasar página, y ambas estaban afrontándolo lo mejor que podían. Era Kyle quien la preocupaba. El no acepta que se hubiera ido. Desde que murió papá, Kyle nunca volvió a ser el mismo. Ellos nunca habían mantenido la estrecha relación que Abby y su padre guardaban, la relación padre-hijo era diferente. Kyle era el niño de los ojos de mamá, por lo que su padre estuvo siempre como en un segundo plano para él. Lo quería, por supuesto que lo quería tanto como ella, pero no tenían entre ellos ese entendimiento o esas bromas que te acercan y unen de una forma única. Quizá por eso, por no haber podido disfrutar tanto de su padre como le hubiera gustado, Kyle no podía superar su muerte. En cualquier caso, ella era su hermana e iba a hacer lo posible por sacar a su hermano de ese bache. Cuando terminó de atar el último cordón de sus convers, bajó trotando por la escalera hasta la cocina.
-¡Buenos días, cielo!-Michelle, su madre, se acercó a darla un tierno beso en la mejilla. Vestía un sobrio traje negro y en su brazo portaba una revista que se titulaba: 100 trucos para renovar tu jardín. ¿Esa iba a ser su nueva ocupación, jardinera? Se preguntó Abby- ¿Qué tal has dormido? ¿Estás nerviosa?
Abby sonrió con amabilidad.
-Sí, pero tengo ganas de empezar.-Abby apoyó los brazos en la blanca y pulida encimera de la cocina y buscó frenéticamente con su mirada hacia el salón- ¿Kyle no se ha levantado aún?
-Sí, hace unos cinco minutos, estará en su cuarto.
Abby despidió a su madre con otro beso y llamó cuidadosamente a la puerta de la habitación de Kyle.
-¿Sí?
-Soy yo, ¿estás listo?- Kyle abrió la puerta tan de golpe, que Abby tuvo que sujetarse al marco para no perder el equilibrio. Lucía cansado, con unas ligeras ojeras enmarcando sus ojos. Por lo demás, se podía decir que estaba listo: pelo ahuecado hacia atrás, afeitado, camiseta azul marina de manga corta, vaqueros, zapatillas…
-Listo.
-Pareces cansado.
-Eso es porque lo estoy- contestó el con media sonrisa, mientras cerraba la puerta y se dirigía por el pasillo a la salida.
-Tienes que dejar ese estúpido trabajo.-Dijo su hermana cruzándose de brazos mientras seguía a trompicones a su hermano.
-Lo haré.
Abby sabía que su hermano, días antes de venir a Glepper cuando pensaba que era una de las locuras de su madre, había estado haciéndose el gracioso buscando visitas turísticas cercanas que no teníamos que perdernos si veníamos, camping de verano cercanos a los que apuntarla, curiosidades y leyendas del pueblo, e incluso una vez, un trabajo para cuando llegara. Anda mira, mamá, ¡qué bien! Abren un nuevo restaurante Chino en pocos días en un pueblo que está a 7km de Glepper, ¡quizá pueda trabajar allí! Así conoceré la zona y a gente ¡cuánta ilusión me hace! El tono sarcástico con el que hablaba era más que notable para ella, pero no para su madre que estaba tan cegada con la ilusión que Kyle mostraba, que no podía ver que se trataban de simples burlas. Aun así, cuando llegaron y todavía sin encontrar una explicación lógica, Kyle se pasó por el restaurante.
Debido a lo pronto que habían salido de casa, Kyle y ella habían decidido ir andando al Instituto, además, el coche de Kyle llamaba demasiado la atención. Estuvieron largo tiempo en silencio. Abby no paraba de imaginarse cómo sería su clase, su profesor, sus compañeros, cómo sería su bienvenida… Estaba tan distraída en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que su hermano estaba aún más abstraído que ella. Miraba fijamente al suelo como si hubiera algún enigma por resolver y, de vez en cuando, apretaba con más fuerza sus puños  en los costados.
-¿Kyle?-levantó rápidamente la vista del suelo y la fijó en el horizonte.
-Antes de que preguntes, estoy bien Abby.-Ante la incrédula mirada de la chica, se apresuró a decir- es sólo que no entiendo cómo puedes tener tantas ganas de comenzar de nuevo.-Kyle volvió a fijar su vista en el suelo. Abby cambió su tono y puso la más suave y tranquila de las voces, mostrándose todo lo comprensiva que podía.
-Sé que puede dar miedo. A mí me lo da. –Admitió con una sonrisa- pero ¿Sabes? Creo que ante cualquier situación, lo más importante es la actitud que uno toma. A todo el mundo le da miedo empezar de cero, pero nos da miedo porque pensamos que es algo que nos puede salir mal y que se escapa de nuestro control, puesto que es algo que no conocemos. Pero ¿y si sí lo podemos controlar? La actitud positiva llama a las cosas buenas, y bueno, si vas con miedo y desconfianza, te eclipsarás a ti mismo, es decir, si vas con una mala actitud no te estarás comportando como eres tú, por lo que no sabrás como salir de cierta situación que puede no salir bien o alguna circunstancia embarazosa.  Eres la persona más increíble que conozco, Kyle, tú eres la mejor de las cosas buenas que conozco, y como ya he dicho, las cosas buenas llaman a las cosas buenas.
Ante tal declaración, Kyle se sorprendió ruborizándose. Le dedicó una mirada a su hermana y tras una pequeña pausa, le ofreció una hermosa sonrisa.
-Gracias Abby. Eres jodidamente increíble.- Abby le sonrió y apretó la mano.


Ashley se despertó sobresaltada. Había aplazado la alarma en cuatro ocasiones y se levantó de un salto cuando vio que llevaba 20 minutos de retraso. Se arregló en menos de cinco minutos y salió trotando por la puerta con un donuts en la boca. Elizabeth y Alex doblaban la esquina en ese momento.
-¡Vaya!-gritó Alex sorprendida- no me lo creo. ¡El primer día y puntal! Este año promete.
Ashley la sonrió como pudo mientras se tomaba su desayuno.
-Qué duro es levantarse por la mañana.-Admitió con pesadez mientras tragaba.
-A mi hoy no me ha costado nada levantarme, la verdad que he dormido muy a gusto- la reluciente sonrisa de Elizabeth corroboraba sus palabras. Tenía el pelo perfectamente en su sitio y en sus ojos no había ni rastro de corrector anti-ojeras.
-Parece que otros no han tenido tanta suerte- añadió Alex observando acercarse a los chicos, Jake, Paul, Gabriel y George.  Paul y Jake parecían no haber dormido nada en toda la noche, Paul aún tenía legañas y Jake apenas podía abrir los ojos con normalidad.
-Estáis hechos una mierda.- observó Alex, a lo que Jake contestó con una pesada mirada mientras se frotaba la cara.
-Por favor, no insultes a la mierda.
-¿Pero qué os ha pasado? ¿Os habéis pegado con la almohada?-preguntó Elizabeth.
-¿O con el agua caliente?- George señaló las legañas de Paul, que rápidamente se quitó de la cara.
-El imbécil este me convenció ayer para salir.-dijo Jake. Paul le dirigió una ofendida mirada.
-¿No te mereció la pena? Además, era un caso extremo. Había que intervenir.
-¿Perdón?-preguntó Ashley, sin entender nada.
-No quieras saber a qué llama Paul casos extremos, Ash. –Sonrió Gabriel. Antes de que Paul se pudiera explicar, Jake intervino rápidamente.
-Quedamos con Rachel Devlin y Lisa Stevenson.
-Eso sí que son casos extremos-sonrió Paul colocando sus manos detrás de la nuca con satisfacción, lo que provocó una mueca de asco por parte de todas.
-Ag- Ashley miraba a Paul como si fuera  un gusano gigante- Rachel Devlin es la mayor zorra de todo Glepper, ¡qué digo!, de medio continente.
-Claro Ash, por eso yo me dedico a cazarlas- Paul guiño el ojo a Ashley, y esta fingió una arcada.
-¿Y tú Jake?-preguntó Elizabeth- ¿vas a volver a salir con Lisa?
-No sé, la verdad que ayer me lo pasé bien. Estuvimos bailando en el Rush y Paul pidió una copa que Rachel acabó tirando a una tía por bailar con Paul y cuando se acercó…
Ashley dejó de escuchar la conversación, algo en la acera de enfrente le llamaba poderosamente la atención. Kyle y la otra chica castaña estaban cruzando la carretera. Virgen santa, ¡qué bien le quedaba esa camiseta! Marcaba toda su musculatura, apenas dejando espacio a la imaginación. Ashley estaba tan concentrada en la visión de su perfecto dios griego que no se percató de la señal de STOP que se encontraba justo delante de ella hasta que fue demasiado tarde. Un estridente “pommmmm” retumbó por toda la acera. Su cara se había estampado contra la señal. De repente, las risas de sus amigos se cortaron. La atención de toda la gente de la calle se concentraba en ella. Incluyendo a Kyle y, oh dios mío, Josh y sus inseparables Michael y Owen habían sido los afortunados en tener el mejor plano de su cara contra la señal. Las risas comenzaron a arder en sus oídos, y no volvió a abrir los ojos hasta que notó una mano en su hombro.
-¿Estás bien, Ash?- Elizabeth se mordía el labio, claramente para contener la risa, pero sus ojos mostraban preocupación y lástima. Paul había tenido que apoyarse en la pared y limpiarse varias veces las lágrimas, mientras que George y Jake se doblaban sobre sí mismos de la risa. Josh se reía entre dientes mientras observaba como Owen y Michael repetían una y otra vez la escena. Al menos,  Gabriel y Alex trataban de disimular y se tapaban la boca. Kyle estaba más cerca de lo que había pensado, pues desde ahí pudo oírle decir:
-No sé qué tienen en este pueblo con estamparse cosas en la cara. –Estaba serio, aunque el rubor en sus mejillas delataba que se había estado riendo. Repentinamente, Elizabeth se tensó, por lo que Ashley dedujo que también lo había oído. Frunció el ceño y se giró para mirarlo, aunque éste estaba de espaldas, avanzando hacia el instituto.
-Estoy bien- se apresuró a decir, tratando de relajarla un poco. Recolocó su bolso en el hombro y avanzó entre las miradas de la gente lo más dignamente que pudo.


Rikki observaba desde su asiento la puerta del instituto. Empezaban a formarse pequeños grupos mientras que otros salían y entraban, se saludaban, reían, cuchicheaban. Al instituto de Glepper acudían alumnos de otros pueblos cercanos. No paraban de llegar autobuses de los que se bajaba gente tan sonriente como somnolienta.
-Gracias por traerme, James.- le sonrió al joven sentado a su lado.
-No me las des, estoy siendo egoísta.- James se incorporó en su asiento y la tocó suavemente la barbilla con su mano- era la única forma de verte antes del sábado.
Rikki se sonrojó levemente y se acercó para darle un beso. Empezaba a acostumbrarse, pero aún la temblaban las manos y su estómago parecía cobrar vida en su interior cuando se encontraba tan cerca de él. Rikki cerró los ojos, respirando con dificultad, mientras James tomaba su cara con ambas manos, recorriendo sus pómulos con los pulgares. Sus labios se juntaron en un suave beso, que poco a poco fue cobrando intensidad. Los dedos de James se enredaban en el suave y rubio cabello rizado de Rikki, mientras que ella se aferraba a su nuca. James sonrió contra sus labios, dejado escapar un leve suspiro que llenó el aire entre ellos de una suave menta fresca.
-No querrás llegar tarde el primer día, ¿no?- Rikki se atusó el pelo mientras abría la puerta del coche.
-No.- sonrió- Estoy deseando que llegue el sábado. – James la guiñó un ojo.
Rikki se bajó del coche aún sonrojada. Mientras cruzaba la carretera, analizaba los grupos de gente cada vez más numerosos que se arremolinaban en la entrada buscando algún rostro familiar. Cuando llegó a la puerta, se dispuso a sacar el móvil y llamar a alguno de sus amigos, cuando un aroma de coco la inundó los pulmones. Sin duda alguna, Kimberly, la hermana de Jake, estaba cerca. Se giró sobre sus talones y se topó de cara con una reluciente sonrisa.
-Buenos días, Rikki- la voz de Kim, llena de dulzura y simpatía, obligaba a lanzarle una sonrisa.
-Buenos días, Kim, ¿qué tal estás?
-Con ganas de empezar- sonrió Kim, optimista.
-Vaya, me alegro de que tengas tantas ganas- Rikki volvió a mirar a su alrededor, sin encontrar a sus amigos- ¿Sabes dónde están tu hermano y el resto?
-No, yo salí de casa antes que Jake- Kim puso los ojos en blanco- como siempre, seguía babeando en su cama cuando salí por la puerta, llegará dentro de poco, supongo.
Kim sonrió y despidió a Kim con la mano, que corría con su grupo de amigas. Una imagen involuntaria de Jake dormido en su cama, tan desparramado como siempre, apareció en su mente. Su sonrisa se profundizó aún más.
-¿Pensando en tu príncipe azul?- preguntó Ashley, a la que no había visto llegar. Detrás de ella, apareció el resto del grupo. No pudo evitar mirar de soslayo a Jake, que reía con Gabriel.
-No- dijo más fuerte de lo que esperaba- me he encontrado con Kim y me ha hecho sonreír.
-¿Lista para tu primer día, compañera?- Alex sonreía mientras la cogía por el brazo.
-Desde luego- Rikki la agarró el brazo con firmeza, entrando juntas.


Los pasillos del instituto eran un hervidero de gente. La mayoría eran caras conocidas para Jake, Ashley y Gabriel, que avanzaban hasta su aula. A pesar de que el instituto no era muy grande, a Ashley se le hizo una eternidad. Cada minuto paraban a Jake o a Gabriel para saludarles. Las chicas nuevas miraban alucinadas a Jake, las que no eran nuevas, le saludaban, le sonreían, le hablaban sobre sus aburridas vacaciones, o incluso se “tropezaban” con él, frotándose contra su cuerpo más de lo que un choque accidental supondría. Patético, pensó Ashley. Estaba a punto de entrar a clase cuando una mano se apoderó de su brazo, dándola la vuelta.
-Oh, hola Josh- intentó parecer natural, incluso como si verle la aburriese, pero no pudo evitar sonar sorprendida.
-Hola Ash- el chico parecía inquieto, mirando a ambos lados del pasillo, alerta- me preguntaba…
-Sí, estoy bien, lo de antes no ha sido nada- le cortó Ashley
-No me importa- Ashley frunció el entrecejo- quiero decir, que sé que estás bien pero que no era eso, quería saber qué hacías esta tarde.
La pregunta la cogió por sorpresa, ¿estaba invitándola a salir después de pasar de ella?
-¿Qué te importa?- repuso ella, cruzándose de brazos.
-Venga, Ash- el chico sonaba cada vez más impaciente- no te hagas la difícil ahora.
Ashley  elevó las cejas, perpleja.
-Vaya, he de pedirte que vayas más despacio, tanto romanticismo me está abrumando, ¿sabes?
-Joder, Ashley, nunca he sido de esos-Josh comenzó a levantar la voz, cada vez más tenso y mirando con más nerviosismo por el pasillo- sólo quiero saber qué haces hoy.
-Lo mismo que ha hecho estos últimos meses, capullo- la voz de Jake apareció fuerte y cortante detrás de Ashley, sujetándola por los hombros- ignorarte.
Josh se tensó rápidamente. Bajó su mirada a Ashley otra vez, que tenía una expresión indescifrable, y justo cuando iba a decirla algo, aparecieron Michael y Owen.
-Tío, ¿qué estás haciendo ahí?- Josh se giró rápidamente, fuertemente sonrojado.
-Nada- dijo con rapidez- creía que esta era mi clase, me he equivocado…
Sus palabras perdían intensidad a medida que atravesaban el pasillo. Jake giró a Ashley sobre sus talones.
-¿Qué coño quería ese imbécil?- la mandíbula de Jake se tensó. Ashley sabía que a ninguno de sus amigos le gustaba Josh, todos sabían cómo se portaba con ella y Jake no era de los que lo disimulaba- Ash, sabes que si te está molestando, yo…
-Tranquilo Jake. te lo agradezco pero no es necesario, no me va a molestar más.
Jake se dio la vuelta poco convencido y se sentó al lado de Gabriel, preparándose para aguantar todo un día de presentaciones que tenía pinta de ser de lo más aburrido.


Kyle se encontraba algo perdido por el pasillo. En aquél instituto todos los pasillos eran condenadamente iguales. Su aula era la número 124. Se detuvo a mirar la chapa de la puerta que tenía enfrente, 42. No parecía que se encontrara cerca. Ojalá su hermana hubiera tenido más suerte. Se giró de golpe, topándose con un grupo de chicas, no mucho más mayores que su hermana, que lo miraban sonrojadas. Una se enroscaba el dedo en el pelo, mientras batía sus pestañas a una velocidad de vértigo. Kyle sonrió amablemente y avanzó por el pasillo. Atraía fácilmente las miradas de las chicas, incluso oía hasta algún que otro suspiro a su paso. Se dispuso a doblar la esquina cuando la vio, apoyada en su taquilla hablando con un chico que era incapaz de tragar saliva mientras hablaba con ella. Llevaba una corta falda azul, que al apoyarse con la cadera en la taquilla, había empequeñecido al menos una talla más, mostrando unos bonitos y torneados muslos ligeramente bronceados que hacían maravillas en la imaginación de Kyle. La camiseta blanca dela chica se ceñía a su pecho. Kyle empezó a preocuparse por que las babas del otro chico salpicasen su linda camiseta, pero se apoyó en la pared y observó divertido, tratando de escuchar la conversación.
-No creo que este año me apunte, Lionel, tengo muchísimo trabajo que hacer, además ser la capitana de las animadoras me quita mucho tiempo y…
Kyle volvió a perderse en sus pensamientos, con que capitana de las animadoras… Bueno, eso explicaba lo tonificados que estaban sus muslos. Kyle empezó a formarse una idea sobre ella, seguramente sería como todas las niñatas arrogantes y creídas que había conocido en la ciudad. Ella era increíblemente guapa, pocas chicas como ella había visto en su vida, además que al vivir en un pueblo tan pequeño, su belleza se multiplicaba por mil. Ninguna podría compararse con ella.
-Vamos Eli, te necesitamos en el comité de festejos- Eli, era la primera vez que escuchaba su nombre- nadie como tú organiza los bailes. Eres la mejor sin duda.- El joven se sonrojó, y de repente, Kyle sintió lástima por el chico. Era obvio en la mirada de ella que no quería nada con él.
-Lo siento, pero no seré la presidenta del comité este año- sonrió con tristeza- pero siempre puedes pedirme consejo, ¿de acuerdo?
El chico la sonrió y se alejó, aún sonrojado. Elizabeth se apartó de la taquilla, colocándose su largo y reluciente cabello negro sobre un hombro. Abrió su taquilla y se puso a inspeccionar todos sus rincones.
-¿Buscando chicles pegados que raspar?
Elizabeth dio un brinco de sorpresa y se giró. No podía ser cierto. Era el chico de la biblioteca, Ashley había dicho que se llama Kyle. Sin saber por qué, Elizabeth se sonrojó y bajó la mirada.
-Sí, bueno ya sabes, las taquillas cambian todos los años y el año pasado era de come mocos Fred.
Kyle pareció divertido.
-Vaya, sólo Dios sabe qué puede haber ahí dentro –dijo con fingida preocupación, acercándose tanto a Elizabeth que ésta podía inspirar su suave aroma a colonia. Eli comenzó a notar como sus mejillas ardían y, en un intento de dignidad, diciéndose a sí misma que estaba haciendo el imbécil, levantó la barbilla con decisión, poniendo su mano entre ellos para salvaguardar las distancias.
-Me llamo Elizabeth y soy la capitana de las animadoras- intentó sonar segura y confiada, pero sonó más bien prepotente y arrogante. El chico frunció el ceño mientras observaba su mano.
-Yo Kyle- Elizabeth bajó la mano avergonzada y dolida, ¿por qué no la saludó también? Es un malcriado.- En realidad, estoy bastante perdido. ¿Dónde está el aula 124?
Elizabeth le explicó el camino, y cuando acabó, Kyle se había marchado con un seco “gracias”. Era extraño, pensó, al principio parecía amable con ella, incluso divertido, pero después sin ningún motivo se mostró otra vez tan frío como siempre había pensado que era.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 4: Responsabilidades y caprichos



Qué envidia. No dejaba de repetirse Ashley; eran las 2:15 de la mañana y aún estaba dando vueltas en la cama. Esa misma noche, unas horas antes, Rikki les estaba explicando su maravillosa y romántica cita, demasiado romántica quizá… pero, ¿Qué decía? Nunca nada es demasiado romántico…. La sorprendió recogiéndola en su casa, con su súper coche y una tierna flor que caballerosa y elegantemente había arrancado del jardín, pasaron el día en el campo, a la orilla del río y él preparó un pequeño picnic, que encima, según decía Rikki, eran los mejores espaguetis que había probado… Pero la guinda del pastel sin duda alguna había sido el beso que la dio en la puerta de su casa. ¡Un beso precioso! Como los de las películas. Sin insinuarse, sin propasarse, respetándola pero apasionado… dándola a entender que quiere volver a hacerlo, que quiere ir despacio, que quiere empezar algo distinto que no se quede sólo en un bonito día…Pero, ¿por qué a ella no la pasaban esas cosas? En su primera cita con Josh él la intentó meter mano por todos los sitios, y eso que estaban en un parque infantil que le pillaba cerca de casa. Estaba a punto de acabar el instituto, a punto de salir de esa época en la que tienes que soltarte la melena y hacer las cosas que se supone que nunca más podrás hacer, estaba a punto de salir de la adolescencia y aún no había llegado a sentir ni la mitad de cosas que la gustarían; ni si quiera la típica relación bonita que o acaba en matrimonio, o es la que siempre cuentas a tus hijos: “Yo antes de conocer a tu padre…”, y se te eriza la piel al recordarlo. Pues ella no tenía nada, es más, antes de ponerse a añadir cosas en su vida querría poder borrar otras. Que amarga es la vida, te quita lo mejor de esa edad, pero lo malo continua estando intacto. Unos de los mayores errores de su vida fue el perder la virginidad tan pronto con Josh, si pudiera volver atrás… Pero no, todos esos recuerdos siguen estando ahí… Josh la quería, o al menos eso pensaba ella. Quizá sería ese chico del que contarle a sus hijos, pero desde luego Josh no había hecho nada nunca ni remotamente parecido a lo que Rikki había vivido esa tarde, y ella quería vivir algo así. Necesitaba conocer a alguien de inmediato, que la hiciera sentir única y especial… y justo cuando estaba soñando con esa maravillosa e inexplicable sensación que causa el enamorarse, cayó de golpe en la realidad. ¿Quién era ella? Si ella fuera ese hombre especial, no la dedicaría ni una triste mirada de cortesía. Habiendo chicas tan espectaculares como Elizabeth, nadie se fija en la amiga fea. Además, Glepper carece de jóvenes con sus expectativas. Algo la sacó de sus pensamientos:


-¿Ash?- Su hermano mayor la buscaba entre la oscuridad, con la puerta entornada. La mayoría de los veranos subía al pueblo a pasar unas semanas.
-¿Rusty?- Preguntó ella, extrañada.
-Menos más que estás despierta…-suspiró. Ashley encendió la luz- Necesito que me des quince pavos.
-No me lo puedo creer- Se incorporó en la cama, y notablemente irritada, prosiguió-¿Me levantas a las… a las… a…?-buscó su móvil entre las sábanas, agitándolas, hasta que un golpe seco en el parqué la hizo desviar la mirada al suelo. Ahí estaba, se le había caído la batería- ¡A las tantas de la mañana! ¿Para pedirme dinero? ¿Eres gilipollas?
-Venga Ashley, joder, que tengo al del chino esperando.
-¿Han abierto un chino?
-A ver, lumbreras, ¿Si no lo hubieran hecho, por qué iba a estar en la puerta?
-¿Y tú para qué coño llamas al chino a estas horas?
-Para que lo sepas, lista de los cojones, les he llamado hace tres cuartos de hora, pero el pavo se ha perdido… Y no levantes la voz que está la puerta abierta, y en esta mierda de casa se oye todo-Ambos siempre se hablaban muy bien. Ashley se levantó mirándole mal y sacó de su monedero dos billetes.
-Lo quiero de vuelta, ¿entendido?
-¿Ves? Cuando quieres no eres tan desagradable- le sonrió Rusty y antes de darse la vuelta, añadió- incluso pareces más guapa.


Ambos bajaron la escalera, ella quería un vaso de agua y él saldar su deuda. Ashley llevaba puesto un pijama a cuadros rosa y verde bastante feo pero cómodo que le regaló su abuela por su cumpleaños. Se disponía a subir a su cuarto para seguir con sus pensamientos, cuando Rusty, desde el recibidor, pidió que le trajera más dinero.


-¡Eres un toca cojones!- Empezó a insultar a Rusty mientras subía a por el dinero- El puto vago de mierda… ¡¿Y en qué coño te gastas tú el puto dinero, payaso?! Es que eres subnormal, ¡pedazo de gilipollas! Con lo bien que estaba yo en la cama, pero claro… al señorito le da igual, porque es un puto egocéntrico de mierda que sólo piensa en sí mismo, ¿A que te importa una mierda que yo este deprimida?
-Calla, Ashley.
-¡No me da la gana! ¿Sabes que es todo el dinero que me queda? Imbécil, que eres un puto imbécil. Acabo de empezar en el trabajo y para que lo sepas, Einstein, hasta dentro de UN MES no me pagan.
-Que te calles, joder, Ashley que tengo la…
-¡Que tú a mí no me mandas callar, come mierda! ¿Dónde están tus responsabilidades? Que me tienes harta, no te soporto- De repente, se escuchó un golpe proveniente de arriba, de la habitación de Ashley- ¡Joder! Por tu culpa, ¿Ves lo que pasa?- Se escucharon los trotes por la escalera- ¿Ayer qué fue? Ah… ¡Sí!... “Ash, porfa, tírate el rollo, que es la última vez que te pido dinero…”, serás maricón, que asco que…- Se paró en seco delante de la puerta del recibidor, desde ahí se podía ver que la puerta principal estaba abierta, y unas manos con unas cajas blancas esperaban detrás de ella. Miró a su hermano, intentando convertirlo en ceniza sin obtener resultados; él la miraba divertido, mordiéndose el labio para evitar el bochorno.
-¿Los tienes ahí?- Al separar los labios no pudo evitar sonreir.
-Sí…-titubeó.


Se acercó para dárselos y descubrió que detrás de esas manos cargadas, una perfecta y dulce sonrisa asomaba de la cara más angelical que había visto. Se quedó mirándole unos segundos; la miraba divertido con sus grandes y profundos ojos verdes. Era él, era el chico rubio de la nueva casa. Clavó su vista en la chapa que le colgaba de la sudadera. Kyle. Empezó a notar el ardor de sus mejillas, extendió la mano muy dignamente dándole a su hermano el dinero, y antes de darse la vuelta, no pudo evitar echarle una última mirada a esa perfecta figura divina que estaba en su puerta en ese momento, Kyle la guiñó un ojo, recogió lo que le debían y sin más, cerró la puerta. Acto seguido, mientras Ashley subía las escaleras perdida en sus confundidos pensamientos, las desvergonzadas risas de Rusty la hicieron girarse y mostrarle su dedo corazón.

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Se despertó sobresaltada. Un molesto ruido con una incesante vibración la sacudía el oído. Se levantó de inmediato y revolvió entre sus sábanas y numerosos cojines hasta que encontró su móvil. Tenía un mensaje:


“¿Qué tal has dormido, princesa? Espero que bien =). Me voy a trabajar ahora, sólo quería dar los buenos días a la chica más bonita del mundo, haré lo posible por ir a verte, ¿vale? Un beso preciosa!”


Eso sí que eran unos buenos días. Hundió su móvil en el pecho, y sonriendo, se recostó en la cama. Inconscientemente, su dedo índice jugaba con su pelo, los dientes apretaban sus labios, sus mejillas se sonrojaron y sus pensamientos giraban en torno a él sin darse cuenta. ¿Estaría enamorada? Ella nunca había sentido eso por ningún chico, su madre siempre la decía: “Rikki, estarás enamorada cuando no haga falta que te lo preguntes”. Se lo había preguntado, asique no lo estaría, pero seguro que era un comienzo. No sabía ponerle un nombre a su estado de ánimo, el corazón latía a mil por hora sólo con recordar su voz, cualquier cosa, por pequeña o estúpida que fuera le recordaba a él, era tan mono… De nuevo, su móvil comenzó a sonar y a vibrar, echó un vistazo a la pantalla. Alex.


-Hola, Alex.
-¡Ey, Rikki! ¿Qué tal?
-Con sueño, son las siete y media de la mañana.
-Ya, ¿no estás despierta?
-Bueno me acabo de levantar, pero tenía la intención de seguir durmiendo, ¿pasa algo, Alex?- Al otro lado del teléfono se escucharon unas risas.
-El instituto empieza mañana, y quedamos en ir a ver hoy las listas.-Rikki se quedó blanca.
-¡Dios!, se me había olvidado chica, lo siento… En diez minutos estoy ahí, estás esperándome ¿no?
-Sí, llevo delante de la panadería quince minutos, ¡Date prisa, anda!
-En seguida voy, hasta ahora.


Colgó el teléfono y salió corriendo hacia el baño. Se le había olvidado por completo. Miró su reloj, las ochos menos veinticinco, sólo la quedaba peinarse, ya se compraría algo para desayunar en la pastelería. Se hizo una rápida coleta y terminó de abrocharse el pantalón vaquero.


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Elizabeth y Ashley esperaban apoyadas en las rejas que delimitaban el instituto. Ashley le estaba contando lo que pasó la noche anterior.

-¿Asique han abierto un chino? No lo sabía.
-Yo tampoco, al parecer es en
Feckenham, pero reparten aquí también. Dios mío, hice el ridículo más grande de mi vida.-Ashley apoyó la cabeza en la reja.
-Siempre dices eso cada vez que pasa algo- Sonrió Elizabeth, dándola un abrazo en señal de apoyo- tú tranquila, ¿Vale? Ese chico es sólo eso, un chico, que no te conoce de nada y que va a seguir siendo así.
-No, ese chico es sólo un chico increíblemente bueno que conoce a la camionera de Glepper. Sí que sabe quién soy yo - Elizabeth rió.
-Pero, ¿Por qué te pusiste así con Rusty? Quiero decir, las ha hecho mucho peores… Y no sé, quizá fue un poco exagerado, ¿No crees?- Ashley lanzó una mirada arrepentida.
-Lo leí en Yourself…
-¿Sigues leyendo esa revista? Entonces bastante poco te ha pasado… ¿Y qué te decían? ¿Qué mataras a tu hermano?
-No, que soltaras todos tus sentimientos-dijo Ashley con seguridad y confianza- que no guardaras nada porque si no el día que menos te lo esperaras explotarías, y qué es mejor estar a gusto con una misma para que los demás estén a gusto contigo.
-Ya, seguro que ahora Rusty y el del chino están mucho más a gusto contigo… -Ambas sonrieron.- No debiste tratarle así.
-Ya, lo sé… es mi hermano y tengo mis responsabilidades como hermana… aunque él también las tiene como hermano y no hace uso de ellas… Pero, ¿Sabes lo peor? ¿Sabes quién era el chico del chino? Pues, ¿tú te acuerdas de ese día…?- Elizabeth desvió la mirada por encima del hombro de Ashley, un deportivo rojo acababa de aparcar en frente, y de él bajaba una encantadora chica castaña. Apretó su coleta y sonrió, sus ojos verdes brillaban con el sol mañanero y algo en ella inspiraba simpatía. De la puerta del conductor, bajó un chico con el pelo rubio, alto, delgado… Otra vez, era él. Empezó a enrojecerse recordando el ridículo que hizo la primera vez que le vio cuando se empotró con la puerta del baño en la biblioteca. Él devolvió la mirada por unos segundos, cerró el coche y avanzó.- ¿Elizabeth, qué miras?- Se giró justo cuando él se encontraba al lado. La chica las sonrió y entró rápida y notablemente entusiasmada.

-Hola, Ashley- Sonrió él a la chica con dulzura, y le dedicó una pequeña mirada a la colorada cara de Elizabeth antes de acompañar a su hermana.
-No- puedo- creerlo- Ashley estaba atónita- ¿Le has oído? Se acuerda de mi nombre… estoy tan en shock que no puedo ni ponerme histérica… Qué voz tan tierna y masculina a la vez, ¿Verdad? Es adorable… Él se llama Kyle- Elizabeth estaba tan en shock como Ashley, ¿para qué habría entrado? ¿Será que iba a ir al instituto también? ¿O sólo acompañaba a esa chica?
-A mí no me cae bien.- dijo sutilmente
-¿Por qué? Si se acuerda de mi nombre… y me ha sonreído. Y yo como una imbécil me he quedado así, quieta, sin decirle nada…


En ese momento, Rikki y Alex llegaron a la puerta.


-Sentimos llegar tarde, es que se me olvidó y, bueno…
-Yo no lo siento.- dijo Alex orgullosa, con los brazos en jarras- No está mal que de vez en cuando sea Ashley la que espera…
-No os vais a creer lo que me ha pasado… - Ashley comenzó su historia mientras todas entraban en el instituto.

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La habitación estaba en penumbra, la poca iluminación que recibía era a través de unos pequeños espacios en la persiana. Podían escucharse los mañaneros silbidos de los pájaros y los primeros motores encendiéndose para comenzar el día. Unos pasos femeninos se acercaban a la puerta, irrumpiendo enérgicamente en la habitación.


-¡Vamos, chicos!- La figura de una mujer atravesó la habitación, esquivando objetos hasta llegar a la ventana y alzar la persiana con fuerza. Los ardientes rayos del sol chocaron de pleno en su cara. Con dificultad, logró abrir un ojo:
-Mamá, sólo un rato más… ayer nos acostamos tarde- Se giró con brusquedad, tratando de huir de esa agotadora luminosidad.
-Venga, George, que sabes que tengo que irme pronto, quedamos en que nada de quejas por la mañana, ¿De acuerdo? Os quiero ver en diez minutos en la cocina, está listo el desayuno- Y con idéntica energía realizó el mismo camino en la dirección contraria.


George se incorporó en la cama y echó un vistazo a su alrededor. Jake y Paul estaban dormidos en la cama de abajo, Paul estaba totalmente pegado a la pared, y Jake tenía una pierna y una mano descolgadas de la cama. Estaban despeinados, babeando y roncando. La noche anterior fue mejor de lo esperado, al final se hizo tarde y los chicos se quedaron en su casa. Buscó su móvil debajo de la almohada. Eran las ocho de la mañana.


-Venga tíos, ya la habéis oído- Se levantó con cuidado para no pisar a sus amigos y cogió una camiseta de un cajón. Con esfuerzo y recelo, Jake y Paul lograron erguirse y salir de la habitación.


Atravesaron el salón hasta llegar a la cocina, en la mesa, tres platos con tortitas cubiertas de caramelo y chocolate, acompañados de unas grandes tazas con leche. La madre de George, Violet, hurgaba en su bolso visiblemente alterada.


- George, hijo, daos prisa que al final no llegamos.
-¿Dónde está papá?- Los tres jóvenes se sentaron a la mesa.
-Ha ido a buscar a Megan y Ben, estarán al llegar.
-Madre mía, esto está que… no tengo palabras- elogió Jake emocionado, haciendo esfuerzos por tragar y comer al mismo tiempo.
-¿Mis padres van con vosotros?- Dijo Paul con los carrillos a reventar.
-Sí-contestó Violet-pensaba que lo sabías, Nigel viene también.
-Sabía que se iban pero no con vosotros.
-Ya están aquí- sonrió Violet mirando por la ventana. Se levantó a abrir mientras que los chicos recogían los platos y se vestían. George se quedó recogiendo su cuarto, cuando salió todo el mundo estaba sentado en el salón.

-Pues eso, ¡… partidazo!-Jake estaba comentando el partido de la noche anterior.
-Hola, cariño- La madre de Paul, Megan, se aproximó a darle dos besos.- ¿Cómo es que no queréis venir? Los padres de Jake van a ir también, y los de Gabriel, y Ashley…
-Sí, básicamente todo el pueblo- interrumpió Paul.
-Eso es, incluso la madre de Elisabeth, que ya sabéis que siempre está muy ocupada, ha sacado un hueco. –George la sonrió.
-Lo siento, pero yo paso.
-Vamos, chicos, va a ser divertido- animaba Violet.
-Sí, la releche, la trigésimo-novena edición de la feria del caballo de Glepper, estoy impaciente.- añadió Jake sin interés- Además, hemos ido todos los años desde pequeños, estoy un poco harto de caballos.
-Aún recuerdo cuando te cambiaba los pañales- dijo Megan inclinando la cabeza con dulzura hacia Jake.
-Claro, mamá, ¿la semana pasada, no?- Todos menos Jake y Megan, que seguía mirándose con ternura, se echaron a reír.- Venga, déjanos, además ya he quedado.
-Bueno, está bien, no os presionare más, si no queréis no pasa nada, supongo que ya series mayorcitos… pero me da pena por George, el chico no ha visto tantas ferias como vosotros. Pero vale, como queráis… Ven, anda, dale un abrazo a tu madre.- dijo rodeando con fuerza a Paul.
-Que entrañable abrazo madre e hija- Se burló Jake.


Todos se despidieron. Jake y Paul se quedaron hablando en el salón mientras George se daba una ducha.


-¿Y cómo que has quedado? ¿Con quién?
-Con Rachel Devlin- respondió Paul.
-¿Pero no habías quedado con esa mañana?
-Sí, pero ha llamado que sus padres al final llegan antes de vacaciones y sólo tiene la casa sola hoy.
-M…- Jake estaba tirado en el sofá, dando vueltas a su móvil.
-¿Y tú qué?- preguntó Paul.
-¿Yo qué?
-Tú qué con las chicas, ¿qué?
-Pero, ¿Cómo que: “qué”?, eso no es una pregunta lógica.
-Venga no seas idiota ya sabes a lo que me refiero- Jake se quedó en silencio un minuto.
-Desde la capitana de las animadoras del Huilaser, nada.-Paul se quedó paralizado.
-¿Me estás vacilando?
-Tío no te rías, es que me he concentrado mucho en el fútbol este verano y bueno…
-No jodas, Jake, no me sale ni la risa, es muy serio; tenemos que hacer algo.
-Creo que voy a volver a llamar a Lisa Stevenson.
-Sí, yo creo que deberías hacerlo- Paul se quedó mirando a Jake, expectante.
-No pretenderás que la llame ahora, ¿no?
-¿Por qué no?
-Porque estás tú, además he quedado con Gabriel ahora para ir a la bolera de Brunen y hablar de la nueva temporada, soy el capitán del equipo y tengo responsabilidades ¿sabes?, y si la da por quedar ahora, ¿qué?
-Pues que te va a ofrecer un plan mucho mejor que el de Gabriel.- Paul se rió y Jake le dio un golpe en el hombro, en ese momento llamaron al timbre.
-¡Es para mí!- gritó George desde el baño.
-Es tu casa, lo suponía- contestó voceando Paul mientras se levantaba a abrir la puerta. Detrás de esta se encontraba Alex, que puso cara de sorpresa al ver a Paul, y aun mayor cuando se encontró con Jake tirado en el salón.
-¿Qué hacéis vosotros aquí?
-Nos íbamos ya, tranquila.-Dijo Jake sonriendo.
-Vengo de mirar las listas.
-¿Y?
-Y en lo que respecta a mi curso, Elizabeth está sola, además va el chico raro ese de los mocos que no para de mirarla, ¿cómo se llama?
-Fred- puntualizó Jake con cara de desagrado.
-Ese, y yo y Rikki vamos juntas, en el vuestro, George y Paul están en una clase, y tú Jake, Ashley y Gabriel en otra. No está mal.
-Pobre Eli…- dijo Jake, justo antes de que George saliera de la ducha con un pantalón y el pelo chorreando.
-Iros.
-¡Qué modales!- Añadió Paul con su habitual sonrisa mientras recogía sus cosas.
-Mañana os veo chicos- se despidió Jake


Salieron por la puerta y Alex se acercó a George. Él la recibió entre sus brazos mientras que ella jugueteaba con su pelo y notaba su cuerpo aún caliente y el olor a champú que desprendía. George la acariciaba la espalda, la nuca, jugueteaba con su pelo con la mano izquierda mientras que la derecha parecía tener vida propia en el cuerpo de la chica. Alex acercó sus labios a los de él, estos la acogieron con pasión. Levantó a su chica en el aire y la dejó suavemente en la cama. El deseo se apoderaba de ellos y ambos se perdieron entre las sábanas.