miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 4: Responsabilidades y caprichos



Qué envidia. No dejaba de repetirse Ashley; eran las 2:15 de la mañana y aún estaba dando vueltas en la cama. Esa misma noche, unas horas antes, Rikki les estaba explicando su maravillosa y romántica cita, demasiado romántica quizá… pero, ¿Qué decía? Nunca nada es demasiado romántico…. La sorprendió recogiéndola en su casa, con su súper coche y una tierna flor que caballerosa y elegantemente había arrancado del jardín, pasaron el día en el campo, a la orilla del río y él preparó un pequeño picnic, que encima, según decía Rikki, eran los mejores espaguetis que había probado… Pero la guinda del pastel sin duda alguna había sido el beso que la dio en la puerta de su casa. ¡Un beso precioso! Como los de las películas. Sin insinuarse, sin propasarse, respetándola pero apasionado… dándola a entender que quiere volver a hacerlo, que quiere ir despacio, que quiere empezar algo distinto que no se quede sólo en un bonito día…Pero, ¿por qué a ella no la pasaban esas cosas? En su primera cita con Josh él la intentó meter mano por todos los sitios, y eso que estaban en un parque infantil que le pillaba cerca de casa. Estaba a punto de acabar el instituto, a punto de salir de esa época en la que tienes que soltarte la melena y hacer las cosas que se supone que nunca más podrás hacer, estaba a punto de salir de la adolescencia y aún no había llegado a sentir ni la mitad de cosas que la gustarían; ni si quiera la típica relación bonita que o acaba en matrimonio, o es la que siempre cuentas a tus hijos: “Yo antes de conocer a tu padre…”, y se te eriza la piel al recordarlo. Pues ella no tenía nada, es más, antes de ponerse a añadir cosas en su vida querría poder borrar otras. Que amarga es la vida, te quita lo mejor de esa edad, pero lo malo continua estando intacto. Unos de los mayores errores de su vida fue el perder la virginidad tan pronto con Josh, si pudiera volver atrás… Pero no, todos esos recuerdos siguen estando ahí… Josh la quería, o al menos eso pensaba ella. Quizá sería ese chico del que contarle a sus hijos, pero desde luego Josh no había hecho nada nunca ni remotamente parecido a lo que Rikki había vivido esa tarde, y ella quería vivir algo así. Necesitaba conocer a alguien de inmediato, que la hiciera sentir única y especial… y justo cuando estaba soñando con esa maravillosa e inexplicable sensación que causa el enamorarse, cayó de golpe en la realidad. ¿Quién era ella? Si ella fuera ese hombre especial, no la dedicaría ni una triste mirada de cortesía. Habiendo chicas tan espectaculares como Elizabeth, nadie se fija en la amiga fea. Además, Glepper carece de jóvenes con sus expectativas. Algo la sacó de sus pensamientos:


-¿Ash?- Su hermano mayor la buscaba entre la oscuridad, con la puerta entornada. La mayoría de los veranos subía al pueblo a pasar unas semanas.
-¿Rusty?- Preguntó ella, extrañada.
-Menos más que estás despierta…-suspiró. Ashley encendió la luz- Necesito que me des quince pavos.
-No me lo puedo creer- Se incorporó en la cama, y notablemente irritada, prosiguió-¿Me levantas a las… a las… a…?-buscó su móvil entre las sábanas, agitándolas, hasta que un golpe seco en el parqué la hizo desviar la mirada al suelo. Ahí estaba, se le había caído la batería- ¡A las tantas de la mañana! ¿Para pedirme dinero? ¿Eres gilipollas?
-Venga Ashley, joder, que tengo al del chino esperando.
-¿Han abierto un chino?
-A ver, lumbreras, ¿Si no lo hubieran hecho, por qué iba a estar en la puerta?
-¿Y tú para qué coño llamas al chino a estas horas?
-Para que lo sepas, lista de los cojones, les he llamado hace tres cuartos de hora, pero el pavo se ha perdido… Y no levantes la voz que está la puerta abierta, y en esta mierda de casa se oye todo-Ambos siempre se hablaban muy bien. Ashley se levantó mirándole mal y sacó de su monedero dos billetes.
-Lo quiero de vuelta, ¿entendido?
-¿Ves? Cuando quieres no eres tan desagradable- le sonrió Rusty y antes de darse la vuelta, añadió- incluso pareces más guapa.


Ambos bajaron la escalera, ella quería un vaso de agua y él saldar su deuda. Ashley llevaba puesto un pijama a cuadros rosa y verde bastante feo pero cómodo que le regaló su abuela por su cumpleaños. Se disponía a subir a su cuarto para seguir con sus pensamientos, cuando Rusty, desde el recibidor, pidió que le trajera más dinero.


-¡Eres un toca cojones!- Empezó a insultar a Rusty mientras subía a por el dinero- El puto vago de mierda… ¡¿Y en qué coño te gastas tú el puto dinero, payaso?! Es que eres subnormal, ¡pedazo de gilipollas! Con lo bien que estaba yo en la cama, pero claro… al señorito le da igual, porque es un puto egocéntrico de mierda que sólo piensa en sí mismo, ¿A que te importa una mierda que yo este deprimida?
-Calla, Ashley.
-¡No me da la gana! ¿Sabes que es todo el dinero que me queda? Imbécil, que eres un puto imbécil. Acabo de empezar en el trabajo y para que lo sepas, Einstein, hasta dentro de UN MES no me pagan.
-Que te calles, joder, Ashley que tengo la…
-¡Que tú a mí no me mandas callar, come mierda! ¿Dónde están tus responsabilidades? Que me tienes harta, no te soporto- De repente, se escuchó un golpe proveniente de arriba, de la habitación de Ashley- ¡Joder! Por tu culpa, ¿Ves lo que pasa?- Se escucharon los trotes por la escalera- ¿Ayer qué fue? Ah… ¡Sí!... “Ash, porfa, tírate el rollo, que es la última vez que te pido dinero…”, serás maricón, que asco que…- Se paró en seco delante de la puerta del recibidor, desde ahí se podía ver que la puerta principal estaba abierta, y unas manos con unas cajas blancas esperaban detrás de ella. Miró a su hermano, intentando convertirlo en ceniza sin obtener resultados; él la miraba divertido, mordiéndose el labio para evitar el bochorno.
-¿Los tienes ahí?- Al separar los labios no pudo evitar sonreir.
-Sí…-titubeó.


Se acercó para dárselos y descubrió que detrás de esas manos cargadas, una perfecta y dulce sonrisa asomaba de la cara más angelical que había visto. Se quedó mirándole unos segundos; la miraba divertido con sus grandes y profundos ojos verdes. Era él, era el chico rubio de la nueva casa. Clavó su vista en la chapa que le colgaba de la sudadera. Kyle. Empezó a notar el ardor de sus mejillas, extendió la mano muy dignamente dándole a su hermano el dinero, y antes de darse la vuelta, no pudo evitar echarle una última mirada a esa perfecta figura divina que estaba en su puerta en ese momento, Kyle la guiñó un ojo, recogió lo que le debían y sin más, cerró la puerta. Acto seguido, mientras Ashley subía las escaleras perdida en sus confundidos pensamientos, las desvergonzadas risas de Rusty la hicieron girarse y mostrarle su dedo corazón.

______________________________________________________________________-


Se despertó sobresaltada. Un molesto ruido con una incesante vibración la sacudía el oído. Se levantó de inmediato y revolvió entre sus sábanas y numerosos cojines hasta que encontró su móvil. Tenía un mensaje:


“¿Qué tal has dormido, princesa? Espero que bien =). Me voy a trabajar ahora, sólo quería dar los buenos días a la chica más bonita del mundo, haré lo posible por ir a verte, ¿vale? Un beso preciosa!”


Eso sí que eran unos buenos días. Hundió su móvil en el pecho, y sonriendo, se recostó en la cama. Inconscientemente, su dedo índice jugaba con su pelo, los dientes apretaban sus labios, sus mejillas se sonrojaron y sus pensamientos giraban en torno a él sin darse cuenta. ¿Estaría enamorada? Ella nunca había sentido eso por ningún chico, su madre siempre la decía: “Rikki, estarás enamorada cuando no haga falta que te lo preguntes”. Se lo había preguntado, asique no lo estaría, pero seguro que era un comienzo. No sabía ponerle un nombre a su estado de ánimo, el corazón latía a mil por hora sólo con recordar su voz, cualquier cosa, por pequeña o estúpida que fuera le recordaba a él, era tan mono… De nuevo, su móvil comenzó a sonar y a vibrar, echó un vistazo a la pantalla. Alex.


-Hola, Alex.
-¡Ey, Rikki! ¿Qué tal?
-Con sueño, son las siete y media de la mañana.
-Ya, ¿no estás despierta?
-Bueno me acabo de levantar, pero tenía la intención de seguir durmiendo, ¿pasa algo, Alex?- Al otro lado del teléfono se escucharon unas risas.
-El instituto empieza mañana, y quedamos en ir a ver hoy las listas.-Rikki se quedó blanca.
-¡Dios!, se me había olvidado chica, lo siento… En diez minutos estoy ahí, estás esperándome ¿no?
-Sí, llevo delante de la panadería quince minutos, ¡Date prisa, anda!
-En seguida voy, hasta ahora.


Colgó el teléfono y salió corriendo hacia el baño. Se le había olvidado por completo. Miró su reloj, las ochos menos veinticinco, sólo la quedaba peinarse, ya se compraría algo para desayunar en la pastelería. Se hizo una rápida coleta y terminó de abrocharse el pantalón vaquero.


________________________________________________________________________-

Elizabeth y Ashley esperaban apoyadas en las rejas que delimitaban el instituto. Ashley le estaba contando lo que pasó la noche anterior.

-¿Asique han abierto un chino? No lo sabía.
-Yo tampoco, al parecer es en
Feckenham, pero reparten aquí también. Dios mío, hice el ridículo más grande de mi vida.-Ashley apoyó la cabeza en la reja.
-Siempre dices eso cada vez que pasa algo- Sonrió Elizabeth, dándola un abrazo en señal de apoyo- tú tranquila, ¿Vale? Ese chico es sólo eso, un chico, que no te conoce de nada y que va a seguir siendo así.
-No, ese chico es sólo un chico increíblemente bueno que conoce a la camionera de Glepper. Sí que sabe quién soy yo - Elizabeth rió.
-Pero, ¿Por qué te pusiste así con Rusty? Quiero decir, las ha hecho mucho peores… Y no sé, quizá fue un poco exagerado, ¿No crees?- Ashley lanzó una mirada arrepentida.
-Lo leí en Yourself…
-¿Sigues leyendo esa revista? Entonces bastante poco te ha pasado… ¿Y qué te decían? ¿Qué mataras a tu hermano?
-No, que soltaras todos tus sentimientos-dijo Ashley con seguridad y confianza- que no guardaras nada porque si no el día que menos te lo esperaras explotarías, y qué es mejor estar a gusto con una misma para que los demás estén a gusto contigo.
-Ya, seguro que ahora Rusty y el del chino están mucho más a gusto contigo… -Ambas sonrieron.- No debiste tratarle así.
-Ya, lo sé… es mi hermano y tengo mis responsabilidades como hermana… aunque él también las tiene como hermano y no hace uso de ellas… Pero, ¿Sabes lo peor? ¿Sabes quién era el chico del chino? Pues, ¿tú te acuerdas de ese día…?- Elizabeth desvió la mirada por encima del hombro de Ashley, un deportivo rojo acababa de aparcar en frente, y de él bajaba una encantadora chica castaña. Apretó su coleta y sonrió, sus ojos verdes brillaban con el sol mañanero y algo en ella inspiraba simpatía. De la puerta del conductor, bajó un chico con el pelo rubio, alto, delgado… Otra vez, era él. Empezó a enrojecerse recordando el ridículo que hizo la primera vez que le vio cuando se empotró con la puerta del baño en la biblioteca. Él devolvió la mirada por unos segundos, cerró el coche y avanzó.- ¿Elizabeth, qué miras?- Se giró justo cuando él se encontraba al lado. La chica las sonrió y entró rápida y notablemente entusiasmada.

-Hola, Ashley- Sonrió él a la chica con dulzura, y le dedicó una pequeña mirada a la colorada cara de Elizabeth antes de acompañar a su hermana.
-No- puedo- creerlo- Ashley estaba atónita- ¿Le has oído? Se acuerda de mi nombre… estoy tan en shock que no puedo ni ponerme histérica… Qué voz tan tierna y masculina a la vez, ¿Verdad? Es adorable… Él se llama Kyle- Elizabeth estaba tan en shock como Ashley, ¿para qué habría entrado? ¿Será que iba a ir al instituto también? ¿O sólo acompañaba a esa chica?
-A mí no me cae bien.- dijo sutilmente
-¿Por qué? Si se acuerda de mi nombre… y me ha sonreído. Y yo como una imbécil me he quedado así, quieta, sin decirle nada…


En ese momento, Rikki y Alex llegaron a la puerta.


-Sentimos llegar tarde, es que se me olvidó y, bueno…
-Yo no lo siento.- dijo Alex orgullosa, con los brazos en jarras- No está mal que de vez en cuando sea Ashley la que espera…
-No os vais a creer lo que me ha pasado… - Ashley comenzó su historia mientras todas entraban en el instituto.

_____________________________________________________________________________


La habitación estaba en penumbra, la poca iluminación que recibía era a través de unos pequeños espacios en la persiana. Podían escucharse los mañaneros silbidos de los pájaros y los primeros motores encendiéndose para comenzar el día. Unos pasos femeninos se acercaban a la puerta, irrumpiendo enérgicamente en la habitación.


-¡Vamos, chicos!- La figura de una mujer atravesó la habitación, esquivando objetos hasta llegar a la ventana y alzar la persiana con fuerza. Los ardientes rayos del sol chocaron de pleno en su cara. Con dificultad, logró abrir un ojo:
-Mamá, sólo un rato más… ayer nos acostamos tarde- Se giró con brusquedad, tratando de huir de esa agotadora luminosidad.
-Venga, George, que sabes que tengo que irme pronto, quedamos en que nada de quejas por la mañana, ¿De acuerdo? Os quiero ver en diez minutos en la cocina, está listo el desayuno- Y con idéntica energía realizó el mismo camino en la dirección contraria.


George se incorporó en la cama y echó un vistazo a su alrededor. Jake y Paul estaban dormidos en la cama de abajo, Paul estaba totalmente pegado a la pared, y Jake tenía una pierna y una mano descolgadas de la cama. Estaban despeinados, babeando y roncando. La noche anterior fue mejor de lo esperado, al final se hizo tarde y los chicos se quedaron en su casa. Buscó su móvil debajo de la almohada. Eran las ocho de la mañana.


-Venga tíos, ya la habéis oído- Se levantó con cuidado para no pisar a sus amigos y cogió una camiseta de un cajón. Con esfuerzo y recelo, Jake y Paul lograron erguirse y salir de la habitación.


Atravesaron el salón hasta llegar a la cocina, en la mesa, tres platos con tortitas cubiertas de caramelo y chocolate, acompañados de unas grandes tazas con leche. La madre de George, Violet, hurgaba en su bolso visiblemente alterada.


- George, hijo, daos prisa que al final no llegamos.
-¿Dónde está papá?- Los tres jóvenes se sentaron a la mesa.
-Ha ido a buscar a Megan y Ben, estarán al llegar.
-Madre mía, esto está que… no tengo palabras- elogió Jake emocionado, haciendo esfuerzos por tragar y comer al mismo tiempo.
-¿Mis padres van con vosotros?- Dijo Paul con los carrillos a reventar.
-Sí-contestó Violet-pensaba que lo sabías, Nigel viene también.
-Sabía que se iban pero no con vosotros.
-Ya están aquí- sonrió Violet mirando por la ventana. Se levantó a abrir mientras que los chicos recogían los platos y se vestían. George se quedó recogiendo su cuarto, cuando salió todo el mundo estaba sentado en el salón.

-Pues eso, ¡… partidazo!-Jake estaba comentando el partido de la noche anterior.
-Hola, cariño- La madre de Paul, Megan, se aproximó a darle dos besos.- ¿Cómo es que no queréis venir? Los padres de Jake van a ir también, y los de Gabriel, y Ashley…
-Sí, básicamente todo el pueblo- interrumpió Paul.
-Eso es, incluso la madre de Elisabeth, que ya sabéis que siempre está muy ocupada, ha sacado un hueco. –George la sonrió.
-Lo siento, pero yo paso.
-Vamos, chicos, va a ser divertido- animaba Violet.
-Sí, la releche, la trigésimo-novena edición de la feria del caballo de Glepper, estoy impaciente.- añadió Jake sin interés- Además, hemos ido todos los años desde pequeños, estoy un poco harto de caballos.
-Aún recuerdo cuando te cambiaba los pañales- dijo Megan inclinando la cabeza con dulzura hacia Jake.
-Claro, mamá, ¿la semana pasada, no?- Todos menos Jake y Megan, que seguía mirándose con ternura, se echaron a reír.- Venga, déjanos, además ya he quedado.
-Bueno, está bien, no os presionare más, si no queréis no pasa nada, supongo que ya series mayorcitos… pero me da pena por George, el chico no ha visto tantas ferias como vosotros. Pero vale, como queráis… Ven, anda, dale un abrazo a tu madre.- dijo rodeando con fuerza a Paul.
-Que entrañable abrazo madre e hija- Se burló Jake.


Todos se despidieron. Jake y Paul se quedaron hablando en el salón mientras George se daba una ducha.


-¿Y cómo que has quedado? ¿Con quién?
-Con Rachel Devlin- respondió Paul.
-¿Pero no habías quedado con esa mañana?
-Sí, pero ha llamado que sus padres al final llegan antes de vacaciones y sólo tiene la casa sola hoy.
-M…- Jake estaba tirado en el sofá, dando vueltas a su móvil.
-¿Y tú qué?- preguntó Paul.
-¿Yo qué?
-Tú qué con las chicas, ¿qué?
-Pero, ¿Cómo que: “qué”?, eso no es una pregunta lógica.
-Venga no seas idiota ya sabes a lo que me refiero- Jake se quedó en silencio un minuto.
-Desde la capitana de las animadoras del Huilaser, nada.-Paul se quedó paralizado.
-¿Me estás vacilando?
-Tío no te rías, es que me he concentrado mucho en el fútbol este verano y bueno…
-No jodas, Jake, no me sale ni la risa, es muy serio; tenemos que hacer algo.
-Creo que voy a volver a llamar a Lisa Stevenson.
-Sí, yo creo que deberías hacerlo- Paul se quedó mirando a Jake, expectante.
-No pretenderás que la llame ahora, ¿no?
-¿Por qué no?
-Porque estás tú, además he quedado con Gabriel ahora para ir a la bolera de Brunen y hablar de la nueva temporada, soy el capitán del equipo y tengo responsabilidades ¿sabes?, y si la da por quedar ahora, ¿qué?
-Pues que te va a ofrecer un plan mucho mejor que el de Gabriel.- Paul se rió y Jake le dio un golpe en el hombro, en ese momento llamaron al timbre.
-¡Es para mí!- gritó George desde el baño.
-Es tu casa, lo suponía- contestó voceando Paul mientras se levantaba a abrir la puerta. Detrás de esta se encontraba Alex, que puso cara de sorpresa al ver a Paul, y aun mayor cuando se encontró con Jake tirado en el salón.
-¿Qué hacéis vosotros aquí?
-Nos íbamos ya, tranquila.-Dijo Jake sonriendo.
-Vengo de mirar las listas.
-¿Y?
-Y en lo que respecta a mi curso, Elizabeth está sola, además va el chico raro ese de los mocos que no para de mirarla, ¿cómo se llama?
-Fred- puntualizó Jake con cara de desagrado.
-Ese, y yo y Rikki vamos juntas, en el vuestro, George y Paul están en una clase, y tú Jake, Ashley y Gabriel en otra. No está mal.
-Pobre Eli…- dijo Jake, justo antes de que George saliera de la ducha con un pantalón y el pelo chorreando.
-Iros.
-¡Qué modales!- Añadió Paul con su habitual sonrisa mientras recogía sus cosas.
-Mañana os veo chicos- se despidió Jake


Salieron por la puerta y Alex se acercó a George. Él la recibió entre sus brazos mientras que ella jugueteaba con su pelo y notaba su cuerpo aún caliente y el olor a champú que desprendía. George la acariciaba la espalda, la nuca, jugueteaba con su pelo con la mano izquierda mientras que la derecha parecía tener vida propia en el cuerpo de la chica. Alex acercó sus labios a los de él, estos la acogieron con pasión. Levantó a su chica en el aire y la dejó suavemente en la cama. El deseo se apoderaba de ellos y ambos se perdieron entre las sábanas.

Personajes


 Aquí os dejo un brevísimo resúmen de los personajes principales y una posible imagen suya para que os hagáis una idea! :)




Rikki: es una joven rubia de ojos negros y piernas kilométricas. Una de sus grandes pasiones es la lectura. De carácter tímido y tranquilo, Rikki es una joven con las cosas decididas. 


Rikki

Elizabeth: morena de ojos azules, Elizabeth es una de esas chicas que quitan el hipo. Su capacidad de liderazgo innato hace de ella una perfecta capitana de animadoras. 
Elizabeth


Kyle: joven rubio con ojos verdes hipnotizadores, Kyle es plenamente consciente de su atractivo. Es un chico hecho a la ciudad al que le costará adaptarse a Glepper.
Kyle


Jake : de cabello castaño y grandes ojos verdes grisáceos. Jake puede llegar a ser muy descuidado y olvidadizo, e incluso algo infantil; pero su enorme corazón y sentido del humor hacen de él uno de los ejes   centrales para el grupo. 


Jake
Alex: es morena con grandes ojos castaños. Tiene un fuerte carácter y una marcada personalidad que la hacen única en el grupo.
Alex
George: moreno, con ojos azules salvajes. Es bastante corpulento debido al ejercicio físico que realiza. Es un joven alegre, aunque no es muy hablador
George


                                               
  Paul: moreno, con unos ojos castaños tono miel, está deseando vivir y aprovechar su juventud al máximo. Su espíritu deportivo y las chicas son sus grandes distracciones.

Paul
Gabriel: rubio de ojos azul cielo. Gabriel es un joven extremadamente responsable y comprometido. Quiere ser neurocirujano y es un gran amante del deporte y el espacio.



Gabriel
Ashley: de pelo castaña y ojos marrones, Ashley es sin duda la persona más alocada y dicharachera de todo Glepper. Es descuidada y algo torpe, pero su sentido de la lealtad y la amistad está por encima de todo.

Kimberly: es la hermana pequeña Jake. Tiene un bonito pelo castaño oscuro y ojos verdes. Es bastante optimista y destaca por su alegría y sociabilidad. 

Kim
Abby: es hermana pequeña Kyle.  Su es color pelo caramelo sus ojos de un verde profundo. Es bastante correcta, aunque tiene un encanto natural elegante y simpático.
Abby

lunes, 17 de febrero de 2014

Capítulo 3: Hemorragia nasal



Los primeros rayos del sol atravesaron la ventana. Estos fueron subiendo lenta y elegantemente desde la parte inferior de su cama hasta su cara, lo que la hizo despertar. Abrió los ojos y contempló la amplia habitación: el suelo, de una suave tarima, estaba cubierto por una gran alfombra redonda de color rosa colocada en el centro de la habitación a los pies de la cama. Las paredes, del mismo color que la alfombra tenían pequeños dibujos florales de color negro bastante selectos y colocados estratégicamente. La habitación era rectangular, y en una de las paredes más alargadas se encontraba el enorme y reluciente ventanal que iluminaba la habitación y que estaba flanqueado por dos largas y gruesas cortinas recogidas por un lazo a mediana altura. En la mitad del ventanal había una puerta disimulada con los cristales que conducía a la pequeña terraza que daba al jardín. Dentro, la cama clásica de hierro forjado, también rodeada por cortinas con el mismo estampado que envolvían el ventanal. La cama gozaba de numerosos cojines y almohadas y suaves sábanas de seda. Todo en tonos rosas, blancos y grisáceos. De otra pared, surgía una puerta corredera en la que se encontraba un gran vestidor, con ropa tirada por el suelo, largos cristales y numerosos cajones y tablas blancas hasta arriba de ropa doblada, barras llenas de perchas de las que colgaban vestidos, chaquetas, faldas… A cada lado de la cama de 180cm se hallaban las mesitas de noche, adornadas con graciosas lámparas de hierro forjado. Un tocador, un sofá y un escrito acorde con la habitación finalizaban la decoración. En la pared donde se encontraba el tocador, justo encima del sofá chéster blanco lleno de cojines rosas, estaba la parte más adolescente de esa habitación: un montón de fotos de diferentes tamaños y formas colocadas aleatoriamente. Fotos de vacaciones, de la guardería, de excursiones, de tardes en una plaza, de fiesta, de bodas, con amigos o de ellos solos, de familiares, con famosos… Entre el desorden de las fotos había una que tomaba el mando, en el centro y enmarcada, una foto de gran calidad en blanco y negro formada por ocho adolescentes sonrientes, pequeños garabatos de tinta alrededor y con una gran letra un precioso y trabajado “¡Feliz Cumpleaños, Eli!”.
Ahí es donde ella fijó su vista, antes de erguirse y contemplar el verde paisaje por el ventanal. A los pies de su cama dormía tranquilamente Lady, una pequeña gatita persa extraordinariamente blanca y bien cuidada, con un collar rosa y un gracioso cascabel. Se inclinó para acariciarla, en respuesta Lady ronroneó. Se levantó como pudo, cogió una pinza de uno de los cajones de su tocador y recogió su oscuro y enmarañado pelo. Al salir de su habitación, el suelo oscurecía con la caoba y las ventanas iluminaban el marrón oscuro de las paredes. Descendió las amplias escaleras, también de caoba, y se dirigió a la cocina, donde el color blanco volvía a reinar. Allí se encontró con su madre, en la mesa adornada por un esbelto jarrón al final de la extensa cocina típica americana de gente adinerada, donde Jeffrey, el mayordomo, estaba preparando el desayuno para Elizabeth. Su refinada madre, Brooke, disfrutaba de su café y manejaba su portátil.

-Hola cariño, ¿Qué tal has dormido?-preguntó Brooke sin apartar la mirada del ordenador y dando un sorbo al café.
-Bien…- contestó Elizabeth secamente- ¿Se ha ido ya papá?
-Sí, hoy tenía una reunión importante y si todo sale bien, mañana cogerá un vuelo hacia Japón. -¿Otra vez?- Jeffrey colocó la bandeja con suavidad delante de ella
-Que aproveche- la deseó.
-Gracias, Jeff- Sonrió Elizabeth, mientras cortaba con cuidado un trozo de su tostada y daba un trago al zumo de naranja, y dirigiéndose a su madre, continuó- Papá ya se fue la semana pasada, ¿Cuánto tiempo va a estar fuera esta vez?
-No lo sé, cielo- Por primera vez, su madre la miró a los ojos- entre tres y cinco días.
Elizabeth asintió con la cabeza y Brooke puso especial atención en el desayuno de su hija.
-Jeffrey, perdona pero, ¿No te dije que nada de exceso de calorías en las comidas?
-Sí, señora, pero fue ella quien me lo pidió…- Brooke miró a su hija con gesto expectante y sorprendido.
-¿Acaso quieres engordar?
-Mamá, por favor, no seas exagerada… Peso 54kg y mido 1’73, estoy bien.
-Bien no, estás perfecta, y así es como te tienes que quedar. Por favor Jeffrey, la próxima vez dele algo más ligero, ¿De acuerdo?
-Como deseé, señora.
-Gracias.

Brooke cerró el portátil, lo metió en su maleta y salió por la puerta después de darle un beso en la frente a su hija.

-Te quiero, cariño.
-Y yo, mamá.

Una vez escuchó el portazo y el motor del coche, se dirigió al mayordomo con una sonrisa:

-Jeff, ¿Queda más mermelada de frambuesa?
Jeffrey asintió y la devolvió la sonrisa. Él había sido el mayordomo de esa casa desde antes del nacimiento de Elizabeth, y ambos se tenían muchísimo aprecio.
-No queda más que esto, Elizabeth- él la tuteaba cuando estaban solos.
-¡Pues habrá que comprar más!- dijo ella alegremente, mientras forcejeaba con la tapa del bote.

Una vez terminó el desayuno, volvió a su habitación para arreglarse.

_____________________________________________________________________________


En la esquina de la calle mayor, Ashley se atusaba el pelo y retocaba el uniforme recién estrenado que le habían enviado por correo el día anterior. Llevaba una coleta, pero al tener el pelo corto algún mechón rebelde se divertía rozándole la cara, lo que resultaba bastante molesto.
Cruzó la calle y observó, mientras caminaba y conjeturaba sobre las posibles tareas que la tocaría hacer en su primer día, el respetuoso letrero con luces de neón en el que se podía leer: Fresh food.
Se detuvo enfrente de las puertas de cristal, observando su reflejo. Tomó aire y suplicó que no fuera como los anteriores trabajos que había tenido: Su primer trabajo fue el más recurrente por las adolescentes; de niñera. No la duro más de una semana. Al octavo día, Ashley se propuso ver una película aprovechando que Daniel, de 5 años, estaba echándose la siesta y se calentó unas palomitas en el microondas. Daniel, mientras que su niñera colocaba el DVD, aumentó la temperatura del microondas, introdujo en él algunos tornillos, monedas y caramelos que su madre tenía en una caja de madera y se volvió a su habitación. Esa misma noche la despidieron al destrozar la cocina. Su siguiente empleo tuvo lugar en la floristería, en el que más duro, casi mes y medio. Mientras quemaba unas margaritas porque había leído en un foro que traía suerte si lo juntabas con aceite y lo extendías por el jardín, incendió el trastero de la casa de los Hataway al tirar las cerillas encendidas por la puerta de atrás, que comunicaba directamente con el jardín de dicha familia. Así otros tres trabajos más: Paseadora de perros, cortacésped y en la librería. El último y en el que menos duró fue de camarera, la echaron en el mismo día al intoxicar a un cliente equivocándose de bocadillo y produciéndole una fuerte reacción alérgica.
A pesar de su mala suerte en los trabajos, nunca se daba por vencida. Necesitaba el dinero, ya que estaba a punto de finalizar los estudios secundarios, y la Universidad no la regalaban. Sus padres tenían algún dinero ahorrado, pero no era suficiente al igual que sus notas no lo eran tanto como para una buena beca. Este va a ser el definitivo, se repetía a sí misma, armándose de valor y enfilando la puerta con toda la positividad de la que disponía.

_____________________________________________________________________________

Perfectamente sentando en la silla de su habitación, Gabriel observaba “Your Flight!”, una revista semanal acerca de aviones que le entretenía bastante.
Gabriel, a diferencia de la mayoría de los chicos de su edad, era una persona responsable y trabajadora, sabía que todo esfuerzo tenía su recompensa y que nadie regalaba nada.
Con tan solo 18 años dominaba 3 idiomas y chapurreaba otros dos, había viajado por los 5 continentes y la lista de países que había visitado la componían 23 naciones.
Viajar, leer y hacer deporte eran sus tres grandes pasiones, pero se estaba preparando para la carrera de medicina; quería especializarse en neurología.
Leía libros de todo tipo y los que más le gustaban eran aquellos que hablaban de la psicología humana. También jugaba de portero en el equipo de fútbol del pueblo junto con Paul, George y Jake, era bastante bueno.
No conforme con eso, todos los veranos iba como voluntario a países subdesarrollados o en vías de desarrollo a construir colegios, hospitales, pozos y casas o inyectar vacunas, atender a niños o lo que hiciera falta. Sin duda, él era todo un ejemplo a seguir.
Cerró Your Flight!, y alzó la vista contemplando el paisaje por la ventana. Su casa estaba a las afueras del pueblo y podía ver el precioso horizonte verde y montañoso que le fascinaba. Fijó la vista en el cristal, observando su reflejo. La piel de Leonard era nívea, completamente lisa y bien cuidada. Desde que tiene memoria, siempre ha llevado el mismo peinado, ese peinado corto que nunca pasa de moda y que lleva el 80% de la población masculina; tenía un color llamativamente rubio, y los ojos de un azul tan claro como el agua. Era descendiente de una familia germánica y su físico le delataba.
Echó mano de su móvil y se percató de que tenía dos llamadas perdidas. Abrió el registro de llamadas y leyó el nombre de Elizabeth y la absurda cara sonriente formada por dos puntos y un paréntesis que ella le escribió. De repente, se acordó de que le había pedido ayuda en matemáticas, se examinaba dos días más tarde en la Academia que en la que estaba apuntada y no tenía ni idea de la resolución de sistemas mediante determinantes, habían quedado hacía hora y cuarto en la biblioteca.
Corrió hacia su armario y abrió un cajón repleto de camisetas impecablemente colocadas, cogió una de ellas y el pantalón que tenía apoyado en el borde de la cama. Se cambió lo más rápidamente que pudo y salió rápidamente por la puerta, encontrándose con su cita en la puerta de su casa.

-Lo siento muchísimo, Eli- dijo serena y avergonzadamente, antes de que ella pudiera decir nada. Le sonrió.
-¡No pasa nada, bobo! Aunque, la verdad que yo creo que es la primera vez en toda mi vida que veo que te retrases.
-La primera vez en tu vida y en la mía- seguía serio y ligeramente sonrojado- llevarás esperándome hora y media por lo menos.
-La primera vez y a lo grande, ¿eh?-rio, tratando de quitarle importancia para que dejara de sentirse mal.- Lo cierto es que Ashley me llamó para calmar sus nervios del primer día, así que técnicamente he estado esperándote unos veinte minutos.
-De verdad que lo siento Elisabeth, no tengo ninguna excusa… Me quede leyendo y bueno luego…
-Gabi, deja de preocuparte, ¿Vamos a la biblioteca?

Él la hizo un gesto de afirmación y la dedicó una sonrisa, que esta la devolvió alegremente. Una vez allí, Elizabeth hizo un descomunal esfuerzo por tratar de comprender las palabras de Gabriel. Probablemente, era la persona con más conocimientos matemáticos que ella conocía, y a su parecer, eso empezó a ser más bien un inconveniente. Llevaban allí más de una hora y sólo la había aclarado un par de cosas. Había pensado en pedirle a ayuda a otro de sus amigos, pero Ashley, Paul y Jake iban peor que ella en matemáticas, Rikki había cogido el camino de letras, por lo cual todo este ámbito lo veía muy lejano, Alex no tenía paciencia a la hora de explicar las cosas y tampoco es que fuera muy sobrada en matemáticas y George no tenía tiempo. Gabriel se esforzaba y hacía lo que podía porque ella se enterara, pero por más que ella ponía interés en descifrar cada una de las palabras que salían de su boca, más la costaba descifrar la siguiente:

-Se ve claro que, si el sistema tiene solución, existen unos números X sub 1, X sub 2, X sub 3, X sub n…, que permiten poner la columna de los términos independientes como combinación lineal de las columnas de la matriz A. Por tanto, al añadir la columna (C sub i) a la matriz A, esta no aumenta su rango. Es decir, si el sistema tiene solución, entonces: ran(A´)=ran(A). El argumente recíproco es similar: si ran(A´)=ran(A), es porque la columna (C sub i) es combinación lineal de las restantes y, por tanto, existen unos números, X sub 1, X sub 2, X sub 3, X sub n…, que multiplicados por los vectores (a sub i1), (a sub i2), (a sub i3), (a sub in)…, dan como resultado el vector (C sub i). De modo que esos números…

Elisabeth apoyaba su frente sobre su puño, notablemente aburrida, procuraba mantener toda su atención sobre Gabriel, pero lo que estaba detrás del cristal que separaba el pasillo con la sala se la robó. Su estado de ánimo cambió repentinamente y ahora estaba mucho más interesada, aunque lamentablemente, no de las matemáticas.
Clavó su vista en el cristal, con el entrecejo fruncido, tratando de recordar, y, de repente, se acordó. Volvió a mirar, tratando de afirmar sus suposiciones. Definitivamente sí, era él.
Se levantó de la mesa, alegando que necesitaba ir al baño, y cruzó la sala hasta llegar a la puerta del pasillo. Antes de abrirla, se retocó el pelo, y se dio cuenta de que, inexplicablemente, estaba nerviosa. Aclaro su garganta y abrió la puerta con seguridad y elegancia.
Allí estaba él, enfrente de ella. Aquel chico que vio en el río, entrando en aquella maravillosa casa. Era guapísimo. De pelo rubio oscuro y ojos verdes y claros. Tenía las facciones perfectas, elegantes y rectas, parecía un actor de Hollywood. Sus labios eran ligeramente rosados, y gozaba unos dientes increíblemente perfectos. Era bastante alto y corpulento, aunque tirando para delgado. Su mirada era muy profunda, dura y tierna a la vez, y lo mejor de su mirada, era que, en ese momento, se había encontrado con la de ella. Él dejo de hablar, se centró en ella como si lo que estuviera ante sus ojos fuera un extraterrestre más que una chica. Elizabeth notaba el ardor de sus mejillas y el latido de su corazón, ¿se lo podía explicar alguien?
Justo antes de que aquel chico apartara la vista para reunirse con su interlocutor, el encargado de la biblioteca, a Elizabeth no la dio tiempo a frenar antes de que la puerta del aseo la golpeara de pleno en la cara. Se llevó las manos a la nariz y comenzó una fuerte hemorragia. El encargado y la mujer que salía en ese momento del baño acudieron en su ayuda, avergonzándola más todavía, sin embargo, el chico no pudo evitar lanzar una pequeña aunque perfectamente audible carcajada. A ella no le dolía tanto el dolor físico como el moral, deseaba que en ese mismo momento un surco se abriera en la tierra haciéndola caer a lo más profundo y deshabitado del planeta.


_____________________________________________________________________________


Paul iba camino de la casa de George, habían quedado para jugar al PRO y ver el partido de liga; pero antes de ir allí, tenía que pasar a recoger a Jake y comprar algunas cervezas. Paul era el más bajo de los chicos, 1’75, e incoherentemente, por caprichos de la naturaleza, estaba bastante delgado. Devoraba una cantidad irracional de comida.
Su piel brillaba al sol, ese verano se había puesto moreno y le encantaba lucirlo. Sus ojos recordaban al color de la miel, sus dientes blancos, su nariz recta y pronunciada y su pelo corto y castaño oscuro. Sin duda lo que sobresalía de su físico era su sonrisa, que no dejaba a nadie indiferente. Sus labios se doblaban formando una graciosa uve, dejando ver unos grandes y preciosos dientes blancos, en las mejillas le surgían hoyuelos y los ojos se le achinaban, formando unas simpáticas arruguitas en el rabillo del ojo.

Caminaba sin prisa, pensando en todo un poco, nada en especial. Recordó lo pesada que se puso su madre el día anterior porque Nigel, su hermano pequeño, se había caído de la bici, lo mala que estaba la lasaña de su abuela de esa tarde, y que nadie se atrevió a decir, la cita que tenía dentro de dos días con Rachel Devlin, lo buena que fue la anterior con Jennifer Coway…
Alzó la mano y llamó al timbre, al poco, unos grandes ojos verdes le miraron divertidos.

-¡Paul!
-Kim, ¿y tu hermano?
-En seguida sale- sonrió, dejando la puerta entreabierta.

Durante unos pocos segundos, la corta falda y el movimiento suelto y veloz de la joven, dejaron ver una atractiva pierna. Paul sonrió ante el alegre y seductor movimiento de Kim, arrepintiéndose en el acto. Por dios, es una niña, apenas tiene 14 años.

-Perdona tío, no encontraba las llaves. –Se excusaba Jake bajando las pequeñas escaleras exteriores de su casa, mirando las llaves que transportaba en la mano frunciendo el entrecejo, un gracioso conejito rosa colgaba de él.- Kim- gritó- me llevo tus llaves.

Cuando llegaron, todos excepto Gabriel y Elizabeth habían llegado. Comenzaron las partidas, abrieron la cerveza y charlaron durante un buen rato hasta que, por fin, llamaron a la puerta.

-Hola chicos- Sonrió Gabriel, entrando al salón. Detrás de él, Elizabeth se sujetaba un pañuelo en la nariz.
-¿Qué te ha pasado, Eli?-Preguntó Jake preocupado, acercándose a ella con una cerveza en la mano y sujetándole la cara con la otra, buscando la respuesta.
-Me han dado con la puerta del baño-Contestó Elizabeth, con un sonido nasal. A Paul y a Jake pareció empezarles a llamar la atención esa conversación.
-¿Con la puerta del baño de la biblioteca?-preguntó Paul
-Sí-dijo ella secamente.
-¿Un golpe que ha llegado a causarte una hemorragia nasal?- continuó Jake
-Sí
-¿Te vio alguien?
-Sí…-Elizabeth pareció sonrojarse, y justo cuando volvió a acordarse de la preciosa cara de su misterioso chico, las ruidosas carcajadas de sus dos amigos la sacaron de sus pensamientos.
-Vaya par de gilipollas- Sentenció Elizabeth
-Toma,-Jake le puso la cerveza fría en la nariz, recibiendo como consecuencia un manotazo y una mirada de odio- que el frío le va bien, mujer.
-George, ¿tienes papel de cocina de ese súper absorbente?
-Sí, en la cocina, encima de la encimera, o si no, en el cajón de debajo del horno- Le indicó George, con un gesto poco explicativo de manos.
-Vale
-Eli,-bromeó Paul- ten cuidado con la puerta.

Todos rieron, incluso Elisabeth esbozó una sonrisa. Cuando volvió, Alex había perdido el partido que estaba disputando y se sentó junto con Rikki y Ashley. Elisabeth fue a su encuentro.

-Bueno y tú, Rikki, ¿no tienes nada que contarnos?- pregunto Alex con retintín
-¡Eso, ¿qué tal con aquel buenorro del Ragazza?- añadió Ashley.
-Fue…- Rikki sonrió, mordiéndose el labio- fue fantástico.

Capítulo 2: Piza Hawaiana




George sacudió la cabeza, salió del agua y corrió a sentarse al lado de su novia, Alex. Hacían una buena pareja. Él era poco más alto que ella , ya que esta medía 1’72. George tenía el pelo castaño oscuro, corto y muy rizado. Sus ojos eran preciosos, sin duda lo mejor de su físico. Eran de un azul profundo, que en ocasiones parecía negro. Los tenía rasgados como Rikki, en forma de gato, pero este con un aire aún más salvaje y felino. Era muy moreno de piel y de constitución normal, aunque notablemente musculoso. Su novia, Alex, tenía el pelo corto y negro, con las puntas hacia fuera que le daba un toque divertido. Su piel era extraordinariamente blanca, lo que contrastaba con sus ojos castaños al igual que con su pelo. Tenía una cara muy bonita, con facciones finas y rectas, exceptuando sus ojos, grandes y redondos marcados por unas arqueadas y finas cejas.
Alex, que estaba tumbada en el césped observando cómo se bañaban sus amigos, ofreció la toalla a George, que despreció con un gesto de mano.
-No la necesito- sonrió- me secaré al sol.
-Como quieras- le devolvió la sonrisa, él se inclinó para darla un breve e intenso beso.
No estaban solos en el río, la mayoría del pueblo había salido a darse su último baño, pero aun así había espacio de sobra. El sitio era amplio, todo estaba cubierto por césped de un intenso verde. El río atravesaba la zona y el sol hacía brillar sus aguas de tal manera que había que entrecerrar los ojos para no deslumbrarte con su brillo. Eran aguas transparentes, tanto que engañaban. Al mirar podías ver las piedras del río aparentemente cerca, al alcance de la mano, en cuanto te metías te dabas cuenta de que entre ellas y tú habría por lo menos metro y medio. Esta amplia zona estaba flanqueada por unos montes del mismo verde intenso. De ellas, salía un viejo puente de piedras que atravesaban el campo para dirigirse al pueblo contiguo, lo único que al atravesar el último monte aún pertenecía a Glepper era una vieja casa abandonada y un taller. Ambas cosas podían verse desde el río; lo que hizo a los chicos darse cuenta de que de la vieja y antigua casa abandonada ya no quedaba nada.
Antes, la casa en sí no tenía nada de especial. Lo que llamaba la atención era su amplio jardín. No había niño del pueblo que no se hubiera criado pensando que era un parque.
Ahora, la casa era lo que predominaba. Tendría por lo menos 4 plantas y un garaje de dos puertas. Estaba llena de ventanales y pintada una suave mano de pintura blanca, la casa era de las que quitaban el hipo. La vista al jardín era inaccesible, pero se veía bastante amplio a juzgar por sus largas y altas vallas y arbustos que escondían todo elegantemente.
George había vuelto al agua, esta vez en contra de su voluntad, ya que Jake y Paul habían salido en su busca. Alex miraba absorta la nueva casa, cuando la cara de Ashley ocupó todo su campo de visión.
-¿Hemos tardado mucho?- pregunto Ashley
-A mí se me ha hecho eterno-sonrió Alex, desviando la mirada hacia Rikki y Elizabeth, que estiraban las toallas a su lado. Estas la echaron una mirada comprensiva y triste. Se sentaron en sus respectivas toallas, haciendo un corrillo alrededor de las mochilas, mientras que Ashley se peleaba con el botón de sus shorts. Rikki alzó la vista para buscar lo que su amiga estaba mirando. Se quedó boquiabierta.
-¡Vaya…!- Todas siguieron la dirección de la mirada de Rikki y clavaron su vista en el mismo punto. Ashley se quedó atónita.
-Sí que es grande- observó Elizabeth.
-Casi tanto como la tuya- contestó Ashley sin apartar los ojos de la casa y forcejeando con el pantalón.
-Esta es más grande que la mía, tiene más patio.
-Es increíble- continuó elogiando Rikki.
Uno de los coches que cruzaban el río se detuvo en frente de la casa. Primero salió una mujer y se dirigió al maletero, seguidamente, una chica, aparentemente de unos 14 o 15 años, que sonreía mirando la casa, tan impresionada como se habían quedado las demás. De la última puerta que se abrió se bajó un joven. Este era más alto que las dos chicas anteriores. Su pelo rubio brillaba al sol, mientras que la ligera brisa lo mecía. Acompañó a la primera mujer que se había bajado del coche y la quitó de la mano las cargas más pesadas, tensando los músculos de su brazo que brillaban al sol.
-Ya te digo que si es increíble- Ashley se había quedado quieta- es como un dios.
Ninguna contestó, todas se quedaron embobadas observando cómo entraban en esa espectacular casa. Al poco rato de que ellos cerraran la puerta de la verja exterior, intercambiaron miradas
-Qué guapo ¿Verdad?- dijo Rikki, mordiéndose el labio inferior.
-Sí…- Elizabeth, ligeramente sonrojada, fijó su vista en el suelo.
-¡Al fin!-exclamó Ashley una vez que pudo liberarse del pantalón- ¡Allá voy!
Salió corriendo hacia la zona del río en la que se encontraban sus amigos y se tiró de cabeza sin pensárselo dos veces.

 ________________________________________________________________________________

Esa misma noche habían quedado para irse a cenar a la famosa pizzería Ragazza que se encontraba en la plaza del pueblo.
Todos habían llegado ya: Rikki, Alex, George, Jake, Paul, Elizabeth, Gabriel… todos menos Ashley. Se sentaron en una mesa exterior y pidieron las bebidas y algún que otro entrante para hacer tiempo hasta que viniera su amiga.
-No sé si pedirme la Carbonara o la Barbacoa- Jake tenía la cara hundida en el menú, con el entrecejo fruncido y los labios apretados.
-Pídete la Auténtica- Le aconsejó Rikki- lleva lo mismo que la Carbonara solo que con carne picada- Jake, después de mirarla fijamente durante unos segundos, soltó una breve carcajada.
-Sí, se nota que me conoces. – La miró divertido- Está bien, me pediré esa. Tú seguro que te pides…- Volvió a poner exactamente la misma postura anterior, mientras que Rikki le sonreía y los demás comentaban entre ellos los precios, calorías e ingredientes de cada cosa que figuraba en el menú. Finalmente, Jake cerró la carta decidido, se levantó de la silla y se inclinó hasta que alcanzo con la mano la carta de su amiga. Se la apartó suavemente y la apoyó encima de la suya. La miró fijamente y sonriendo- Estarás dudando entre la Cuatro quesos y la de Jamón, pero como siempre, acabarás pidiéndote la Hawaiana y cambiarás el zumo que estás bebiendo por un refresco de naranja.
Dicho eso, cruzo los dedos de sus manos apoyándolos en la tripa y se dejó caer en la silla bajo la atónita mirada de Rikki. Ella rió con fuerza:
-No voy a cambiar mi zumo- respondió con tono infantil mientras le sacaba la lengua. Jake respondió arrugándole la nariz.
Todas las conversaciones se vieron interrumpidas en el momento que Ashley entró derrapando por la puerta.
-¡Chicos, chicos!- anunció con entusiasmo y aspavientos de mano- ¡No os lo vais a creer!- corrió a sentarse en la única silla vacía, entre Alex y Elizabeth- ¡Me han contratado en el supermercado!
Todos la felicitaron y compartieron la noticia con alegría. Seguidamente, pasaron a tomarles el pedido.
Iban allí con bastante frecuencia y conocían a todos los camareros y cocineros que trabajaban allí. De hecho, el jefe de la pizzería era el padre de una amiga que tenían, que como la mayoría de ellos se había criado en Glepper. Normalmente les hacían precios especiales, regalos e incluso una vez les regalaron la cena. Se lo conocían todo bastante bien, pero esa noche algo les sorprendió. Un camarero nuevo que llamó especialmente la atención de ellas.
Era una persona verdaderamente poco común, de los que llaman la atención entre la multitud y se distinguen con cualquier cosa que hagan; por un elegante gesto, por una hipnotizadora mirada, por una acaramelada palabra con su suave voz… Gente que salía de lo normal en todos los aspectos. Tendría unos 20 años aproximadamente. El pelo era castaño cobrizo y corto, pero perfectamente peinado, todo echado para atrás exceptuando algún pelo que caía con suavidad sobre su frente. Su piel era muy morena. Sus ojos eran de color verde claro, rodeados por pestañas negras y largas. Nariz recta y labios perfectos y carnosos. Se parecía a un jugador de fútbol o de tenis, igual de alto y musculoso que ellos. Aun así, no era una belleza de las que gustaría a cualquier tipo de mujer. Hay hombres que gustarían a cualquier mujer tenga los gustos que tengan, en cambio él era de un gusto muy definido, aunque claro está, que nadie pensaría que fuese feo.
-Bienvenidos-comenzó- Por lo que me han comentado, venís aquí con frecuencia ¿No?- sonrió amablemente- Soy el nuevo asique tener paciencia conmigo-rio entre dientes- ¿Qué queréis?
Gabriel empezó a anunciar cada pedido mientras señalaba con el dedo a sus amigos.
Rikki no estaba tan atenta a los pedidos. Se fijó aún más en el chico, que todavía no se había percatado de su presencia. No, hasta que Gabriel pidió una pizza Hawaiana. Sus miradas se encontraron y rápidamente se dio cuenta de la pinta de imbécil que tenía mirándole tan tontamente. Cuando continuó con los pedidos, al camarero le costó apartar la mirada de Rikki. Este la miraba con curiosidad y picardía, algo extraño, como buscando algo en ella sin esperar respuesta alguna. Cuando finalmente logró arrastrar su mirada para el siguiente pedido, Rikki se fijó en la chapita que colgaba de un imperdible en su camisa. James.
-¡Qué guapo!- exclamó Ashley, mientras Paul, Jake, George y Gabriel discutían sobre el derbi del día anterior.
-Está bien el chico-dijo Alex sin prestar demasiada atención.
-¿Cuántos años le echáis?- preguntó Ashley
-Mm…-Elizabeth hizo una mueca- Dieci… no, veinti… ¡Veinticinco!
-¡Qué va!-contestó Alex divertida- Yo le echo veintiuno.
-Pues yo digo que tiene veintitrés- dijo Rikki.
-¡Alex!-la llamó George, con notable irritación- ¿A que no hubo ningún penalti?- Alex giró su silla para unirse a la discusión que tenían sus amigos.
-¡Claro que no hubo, pero porque no lo pitaron!- Se escuchó a Jake.
-Estáis equivocados… -continuó Gabriel, y es todo lo que la dio tiempo a oír a Rikki antes de que viera a través del cristal de la puerta, que el camarero, James, la invitaba a venir con un gesto de mano. Sin decir nada, se levantó de su silla, se colocó la camiseta y tiró de sus negros pantalones cortos antes de emprender camino.
Cuando llegó hasta él a escasos centímetros uno de otro, la sonrió y tomó su mano, se dio la vuelta con delicadeza y tiro con suavidad de ella. Rikki se dejó arrastrar. Estaba confusa. Su mano era tan suave y caliente. Estaba tan nerviosa que juraría que él podría notarla su pulso. Juntos atravesaron la cocina y salieron por la puerta de atrás, donde había una pequeña terraza que daba a un callejón. La iluminación era escasa, la luz de la farola que se encontraba a unos treinta metros y la intermitente bombilla que estaba encima de ellos no era suficiente para iluminarles las caras.
James se detuvo justo en frente de ella, casi no había espacio entre ellos. La sacaba una cabeza aproximadamente. Rikki aspiró con fuerza en un inútil intento de tranquilizarse, captando el dulce aroma a orégano y masa que James desprendía. Estaba colorada y él se dio cuenta. Se alejó de ella y se apoyó en la valla de la terraza con los brazos cruzados. Se quedaron uno o dos minutos mirándose y sin decir nada. Ella no pensó absolutamente en nada, se dedicó a contemplarle. Le encantaba su mirada, era suave y bondadosa como la de un niño pequeño. Su boca era increíble y la típica barba de tres días le hacía unas facciones perfectas. Lo único que pensó fue que probablemente fuera el chico más guapo que había visto en su vida.
-Perdona por mi comportamiento.-comenzó el chico- Te juro que no había hecho esto nunca, pero tenía que hacerlo- sonrió- ¿Cómo te llamas?
No podía dar crédito. ¿La había llevado hasta allí para ligar con ella?¿Quería él ligar con ella? ¿O es que quería otra cosa? Fuera lo que fuese, ella se encontraba realmente bien.
-Rikki… -Ella le miro dubitativa, arqueando las cejas- ¿James?
-Sí- la dedicó una sonrisa de medio lado, Rikki le notó cierto rubor en las mejillas y entonces él continuó- De verdad que no soy así. Normalmente me cuesta mucho hacer estas cosas, y no soy lo que se dice muy elocuente… Pero me apetece conocerte. Y aunque en este momento me sienta muy estúpido, sé que si no lo hago luego me sentiría aún más estúpido si cabe.
No contestó. Si se pudiera estar físicamente más colorada, Rikki lo hubiera estado. Él, entre sus nervios y los colores de Rikki no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa y acercarse un poco hacia ella, aunque aún seguían manteniendo una prudencial distancia.
-¿Sabes?- la miró divertido- creo que esto es lo más alocado que he hecho por una chica que no conozco de nada- Rikki sonrió y miró al suelo. Se sentía tan avergonzada como una niña de 12 años al que su novio de toda la vida la iba a dar su primer beso, y eso la hacía sentirse tonta- ¿Arriesgada mi vida, eh?- Rikki le miraba de reojo, no sabía muy bien que decir…
-Yo… -no quería decir nada inadecuado, así que demoró un poco de tiempo en encontrar las palabras- A mí esto tampoco me había pasado nunca. Quiero decir, ningún camarero me había llevado a la parte de atrás y… -¿pero qué narices estaba diciendo? Dios, Rikki, relájate-… y claro, a mí también me apetece conocerte, quiero decir, si te apetece a ti -Le sonrió, a medida que hablaba se la iba pasando la vergüenza y se encontraba más y más cómoda. Se le daba muy bien escuchar- Podríamos quedar mañana y hablábamos más tranquilamente… Creo que antes he oído a alguien preguntar por ti- añadió ella señalando con el dedo pulgar a sus espaldas. Él la devolvió la sonrisa.
-Yo también lo oí- estrechó distancia entre ellos- Mañana no tengo turno de tarde, si te parece bien podríamos quedar en la plaza a las doce y te invito a comer.
Rikki hizo un gesto de aceptación y él se inclinó para darle un suave beso en la mejilla antes de salir de la terraza sin apenas hacer ruido. La mejilla de Rikki ardía donde James le había plantado el beso. Sus labios eran tan suaves, tan tiernos… fue como un susurro en su piel.
Ella se quedó allí durante unos minutos, pensando en todo lo que acababa de pasar y sintiéndose extraordinariamente bien. Tenía esa sensación en el corazón. Esa que sientes cuando el profesor está repartiendo los exámenes, cuando estás montada en esa atracción y escuchas el “Clac” de inicio, cuando estas con ese chico que te va a besar y sientes su aliento en la boca, o cuando estas delante de un montón de gente esperando que digas algo y eres incapaz de recordar la primera frase. La sensación de que el corazón ha dejado de latirte, y hay algo que lo está agarrando con fuerza y te cuesta hasta respirar. Para Rikki esa sensación era asombrosa, la encantaba porque se sentía viva. Realmente mañana iba a ser una buena tarde.