lunes, 16 de junio de 2014

Capítulo 6: Ilusiones perdidas


Era el segundo día de clase y Kim corría hacia su aula. El día anterior había sido genial. Se había vuelto a encontrar con muchos amigos de otros pueblos más lejanos que no había visto en todo el verano. Había conocido a la chica nueva, Abby, que a pesar de estar un poco tímida al principio, poco a poco empezó a soltarse. Habían congeniado desde el principio y se moría de ganas por invitarla a ella y al resto de sus amigos a su cumpleaños este fin de semana. Ella y Emily lo habían estado organizando toda la tarde anterior. Derrapó por la puerta antes de que se cerrara, abriéndola con el brazo. El señor Fiztgerald la miraba desde sus anteojos sobresaltado, aunque en seguida se dio la vuelta y se sentó en su cómodo asiento. Kimberly se sentó en su silla, y mientras el profesor pasaba lista, llamó a una de sus amigas, la más chismosa.

-Lili –susurró.

-¡Kim!, casi te empotra la puerta en la cara.

-Este fin de semana, mi cumpleaños, el viernes, a las seis, en la pradera- Kim sonrió abiertamente- pásalo. Lili alzó las cejas, mostrando sorpresa y algo de satisfacción en su rostro.

-¿El viernes a las seis, Kim?- preguntó la chica, elevando una de las comisuras de su boca.

-Veo que el verano no ha alterado tu memoria- añadió Kim con ironía mientras abría su nuevo cuaderno- Me alegro. – Lili se revolvió en su asiento, sonriendo ampliamente, era obvio que estaba disfrutando el momento.

-La fiesta de bienvenida de Abby es el viernes a la misma hora. –Kim apartó el cuaderno y miró a Lili con cara de no entender nada.

-¿Una fiesta de la que yo no me haya enterado?- resopló Kim- Por favor Lili, no seas ridícula.- Lili sonreía tanto que Kimberly pensó que se le iba a desencajar la mandíbula.

-Lo hablamos a la salida, mientras íbamos a casa, justo cuando tú y Emily os desviasteis. Nos pareció una buena idea y Abby estaba encantada. – Se encogió de hombros- Te llamé para decírtelo pero comunicabas.

-Pues la canceláis- Kim sonó rotunda- es mi cumpleaños y no puede ser otro día, su estúpida fiesta de bienvenida puede ser cualquier otro día y no el 22 de Septiembre, ¿no crees?

-Pues… - Lili fingió que reflexionaba su propuesta- no, lo cierto es que no. Resulta que su casa va a estar sola el viernes… Bueno, que su madre no va a estar, su hermano súper tío bueno sí. A Kimberly se le empezó a crispar el rostro.-Además, ya he avisado a todo el mundo. Puedes celebrar allí tu cumpleaños también, si Abby está de acuerdo.

-Fantástico- dijo Kimberly exasperada- ahora tengo que pedir permiso a doña no conozco a nadie para celebrar mi cumpleaños el día de mi cumpleaños. –Kimberly envió una mirada asesina a Abby, que miraba distraída su cuaderno. Será zorra, pensó.



Elizabeth avanzaba hacia su clase de Biología cuando se topó con Alex y Rikki.

-Hola chicas.

-Ey, Eli, ¿cómo va tu día de clase?- preguntó Alex.

-Sola y aburrida.-Dijo con pesar- encima ahora tengo Biología con la señora Meyer y no tengo a nadie con quien jugar al tres en raya.

-¿No estaba Susan en tu clase? Era simpática-preguntó Rikki.

-Sí, pero no va a Biología.- En ese momento, un chico que salía de la clase de arte con una enorme caja que tapaba su cara, se empotró con Elizabeth. Un montón de bolitas de corcho la cayeron como si estuviera nevando. El chico, que no tendría más de 14 años, se disculpó rápidamente, avergonzado, mientras recogía como podía las diminutas bolas de corcho.

-¡Perdón, señorita!, digo, ¡perdón, chica! O sea, quiero decir…

-Tranquilo, está bien- intentó tranquilizar al joven- no es como si fuera radioactivo, ¿o sí?- preguntó muy seria Elizabeth, mirándolo fijamente.

-¿Eh? No, no, no- el joven miraba al suelo fijamente, haciendo movimientos rápidos con las manos- vamos, eso creo… No, no; no pueden serlo.- Elizabeth se echó a reír.

-No pasa nada, era una broma.- Echó un vistazo a su alrededor para despedirse de las chicas, que avanzaban por el pasillo riéndose, Alex se dio la vuelta, como si hubiera notado su mirada, y le sacó la lengua. Elizabeth continuó su camino, zarandeándose el pelo para quitarse las bolitas de corcho. El sujetador le comenzó a picar allí donde la rozaban las bolitas. Echó una rápida mirada a su escote y decidió cambiar de dirección para ir al baño y quitárselas. Giró bruscamente sobre sus talones, tropezándose de nuevo con algo. Se preguntó qué la pasaba estos días, no era usual que ella tropezase tanto.  Una voz la sacó de sus pensamientos.

-Si dejaras de mirarte el pecho, tal vez te chocarías menos. –Kyle sonó cortante, sus ojos la miraban como si la atravesaran, como si ella estuviese vacía. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Se sonrojó. Quería soltarle algo grosero, algo tan grosero como lo que la acababa de decir, pero era inútil, las palabras no salían. Se preguntó por qué cuando estaba cerca de él se comportaba como si fuera tonta. Quizá era ese perfecto pelo rubio, es ligero mechón que caía graciosamente sobre su frente, sus increíbles ojos verdes, la marca de los músculos de su brazo en la camiseta… Muy a su pesar, lejos de contestarle alguna grosería, su garganta emitió un leve sonido:

-Lo siento…

-No lo sientas,- Kyle la apartaba con el brazo mientras avanzaba. Sintió una punzada de calor allí donde la rozaron sus dedos.- esta vez no ha habido sangre.

Acababa de llegar a su casa del instituto y Ashley jugueteaba con el teléfono en la mano. Ayer había estado toda la tarde con Josh. Se había jurado y perjurado no volver a quedar con él, ni si quiera volver a mirarlo a la cara, pero cuando se presentó con las flores en la puerta… Flores a ella, que nunca la habían traído flores, lo que es más fuerte, flores DE ÉL para ella, que nunca habría regalado a nadie flores, con lo poco romántico que es Josh… Hubiera sido perfecto si las hubiera comprado en vez de haberlas arrancado del jardín del vecino, pero lo que cuenta es la intención. Además, la tarde había sido perfecta. Volvió a desbloquear el móvil, lo miró, y volvió a bloquearlo. Quería contárselo a sus amigas, hoy no había podido porque los chicos siempre estaban presentes, y ella sabía que ellos no lo iban a entender. Finalmente, quedó con ellas para después del trabajo, avisándolas de que tenía una noticia bomba. Seguro que se alegraban de que volviera a estar con Josh.

Terminó de ponerse el uniforme y se fue al supermercado. Iba especialmente contenta, incluso al llegar, sonrió al rancio de su encargado, que siempre se estaba quejando por todo.

-Llegas cinco minutos antes, ¿es que acaso quiere ser la empleada del mes?-dijo con desdén.

-Se hace lo que se puede- contestó Ashley aún sonriente.

Avanzó por el pasillo, colocando cajas de cereales, cuando, entre las cajas, al otro lado del pasillo, le pareció ver una camiseta azul con letras japonesas naranjas. Una camiseta que reconocería en cualquier sitio. Sonrió aún más y fue corriendo al siguiente pasillo, cuando se congeló. Sí, era él, no se había equivocado, pero no estaba sólo. Josh apoyaba suavemente la mano en el trasero de una chica castaña, no sabía cómo se llamaba, pero sí la había visto antes por el instituto, aún iba a segundo. Las náuseas se apoderaron de ella cuando la chica se acercó y le besó de forma repulsiva, incluso desde donde ella estaba podía ver las lenguas tocándose. Dio un paso atrás, salió corriendo por el largo pasillo tan rápido, que no vio la carretilla de las botellas de vino hasta que ya estaba encima. Un estridente ruido llamó la atención de los que se encontraban más cerca, que corrieron para ayudarla intentando no resbalarse con el vino. Ashley quería salir de allí como fuera,  estaba empapada en vino y se sentía humillada. Una mano fuerte y amable la subió y la envolvió en un familiar abrazo. No hizo falta verle la cara para saber quién era, su colonia “derrite-braguitas”, como él la llamaba, la inundaba las fosas nasales. Tenía que reconocer que olía malditamente bien.

-¿Estás bien, Ash?- dijo Paul, separándola de su abrazo con cuidado- ¿te has cortado? Tienes una cara horrible.

-Si estoy bien-dijo Ashley, intentando aguantar las lágrimas que picaban en sus ojos. – tu camiseta no puede decir lo mismo.

El chico bajó la mirada a su torso. La camiseta gris que llevaba era morada en algunas zonas que se adherían a su cuerpo, marcando los músculos de debajo. Paul sonrió.

-Bueno, no me sienta del todo mal. Venga, tendrás que cambiarte y explicárselo a tu jefe antes de que aparezca gritando como un energúmeno.

Ashley asintió y avanzó a su lado, cuando Josh y su acompañante aparecieron por el pasillo. Rápidamente, Ashley se escondió en la espalda de Paul, dando la espalda al pasillo. Paul se giró extrañando, a punto de preguntarla que la ocurría, cuando él los vio también. No sabía nada, pero no hacía falta ser muy listo. Paul tensó los puños a su lado mientras Josh avanzaba, sin mirarle si quiera. Estaba muy concentrado comentando con su acompañante qué habría podido pasar en el pasillo, a pesar de que la chica parecía mostrar más interés en la camiseta pegajosa de Paul. Cuando salieron de su campo de visión, Paul cogió a Ashley de la muñeca y avanzaron hasta la sala del personal.

-¿Qué ha pasado, Ashley? ¿El imbécil ese tiene algo que ver con esto, o es sólo otro de tus accidentes?

-Yo…- Ashley no quería mentir a sus amigos, no lo hacía nunca porque lo odiaba, pero no quería que cada vez que la pasara algo uno de ellos se pusiera la capa de superhéroe y salieran en su ayuda-Estoy bien, Paul, no importa.

-Cuéntamelo, Ashley.

Ashley finalmente accedió, y mientras se lo estaba contando, apareció su encargado, claramente enfurecido.

-¿Quién eres?- preguntó a Paul, que cuando estaba a punto de contestar, dijo- Bueno, me da igual, fuera de aquí. Tengo que hablar con Ashley sobre su finiquito.

Ashley soltó un leve suspiro, y Paul se enfadó aún más.

-Pero no la puede hacer eso, ha sido un accidente, ella no quería romper todas esas botellas, hasta podía haberse hecho daño…

-Joven-dijo tajantemente el encargado- a no ser que su amiga tenga el suficiente dinero para reponer toda una cosecha de vino de Burdeos del 68, me temo que tendrá que abandonar su puesto, y yo haré como que no ha ocurrido nada. Creo que estoy siendo generoso.

-Vete, Paul- Ashley miraba fijamente al suelo- ya has hecho bastante por mí, y él tiene razón, luego hablamos, ¿vale?

Paul salió a regañadientes, murmurando improperios contra el encargado, y sobre todo, contra Josh. Decidió esperar fuera a Ashley, apoyado en el muro del supermercado. Joder, encima se le había olvidado comprar la cerveza. Vaya mierda de día, aunque el de Ashley era mil veces peor. Estaba pensando en su amiga cuando se fijó en el autobús parado en la carretera, esperando al que el semáforo se pusiera en verde. En la parte de atrás, una hermosa morena apoyaba la cabeza en su puño, aparentemente distraída. Paul sonrió. Algo bueno, al fin. La miró fijamente hasta que ésta se dio cuenta del joven. Paul la tiró un beso, y la formó un corazón con los dedos, mientras pronunciaba con los labios “guapa”. La chica se sonrojó, y a pesar de que su intención fue mirar para otro lado muy seria, Paul pudo observar como sonreía a su pesar mientras giraba la cara. Repentinamente de mejor humor, se despegó de la pared y avanzó un poco más hacia la puerta. Fue entonces cuando lo vio, ya no estaba con la chica, estaba con Michel y Owen, en el banco justo frente al supermercado. Josh estaba contando lo ocurrido con el vino, aunque por lo que pudo oír, no sabía que había sido Ashley.

-¿Y estabas con Maia? ¿Te la has tirado ya?

-Que dices tío- contestó Josh, con aire de superioridad- a esta clase de chicas hay que llevarlas a la cama a la semana, o salen corriendo. –Patético, pensó Paul, al que el humor le iba cambiando cada segundo. Michel y Owen asintieron, como cuando recibes una nueva lección.

-Las que te tiras el mismo día son las tías como Ashley- rió Owen, mientras daba un codazo de complicidad a Michel.

-No digas tonterías, a esa fea no la toco ni con un puntero láser- contestó Josh, súbitamente sonrojado.

-Bueno tío, para un polvo está bien…- Dijo Michel, mientras Owen y Josh le miraban con repugnancia.

-¿Sabes, Michel, quién está bien para un polvo?- preguntó Paul, que se estaba conteniendo por no darles una paliza a los tres allí mismo. Todos lo miraron paralizados, dándose cuenta por fin de su presencia-tu hermana está muy bien para un polvo. Más que bien diría yo.-sonrió con malicia, mientras Michel se ponía muy serio.- creo que me gustó tanto que la volvería a llamar si no fuera por el peligro que corro de que me contagie SIDA.

Michel abrió la boca, con ganas de contestar, y la calló rápidamente, mirando al suelo. Paul sabía que ellos jamás habían estado con una mujer, y Josh sólo con Ashley, la que ahora repudiaba, el muy imbécil.

-Eso tío, cállate, todos sabemos que tu hermana es una guarra-dijo Josh, sonriendo estúpidamente a Paul- ¿Qué tal van los entrenamientos? ¿Vais a seguir siendo los mejores de la liga?- Paul sintió como si un gusano le estuviera hablando. Se giró muy lentamente, tratando de controlar su furia, cuando vio por el rabillo del ojo que Ashley estaba en la puerta, despidiéndose de una compañera. Paul enganchó rápidamente a Josh de la camiseta, y lo arrastró hasta el otro lado del supermercado.

-¿Pero qué haces, tío? Suéltame- Josh sonaba aterrorizado, aunque no lo bastante para Paul.- Tío, yo te admiro mucho, no quiero problemas. Si es por lo que he dicho de Ashley, vamos tío, sabes que no es cierto, si yo…

-Cállate, payaso- Paul empotró a Josh contra la pared, cogiéndole por el cuello- tengo el tiempo justo. Te lo voy a explicar muy clarito, ¿entendido? Tú, gusano asqueroso, jodes a mi amiga, y yo, pedazo de mierda, te jodo a ti. La próxima vez no la vas a poder engañar con nadie, porque no va a haber próxima vez. ¿De acuerdo?- Josh asentía, con los ojos inyectados en miedo- Como me entere de que la hablas, la escribes o… joder, como me entere de que la miras de reojo, esto no va a ser nada ¿lo entiendes, verdad? Considérate afortunado de que tenga que volver con ella en dos segundos, sólo vas a irte a casa con esto.

La cara de Josh se contrajo, anticipando el golpe. Paul estrelló su puño en la parte central de su nariz, que crujió y empezó a sangrar.

Felicidad. Eso era lo que ella sentía. Tanto tiempo pensando que estaba bien, que no la faltaba nada, que todo a su alrededor funcionaba, y ahora sí que era perfecto. James encajaba en la vida de Rikki a la perfección. Era todo lo que una chica podría pedir: atento, cariñoso, guapo, trabajador, buen estudiante… La trataba como una reina, no había noche que se acostara sin que la deseara dulces sueños, ni mañana que no se levantara con unos buenos días. Él estaba siempre ahí, y aun así, ella estaba preocupada porque se fuera de la ciudad. James no vivía en Glepper, vivía en otro pueblo cercano, y ahora se tenía que ir a la Universidad que estaba en el condado. En coche, se tardaban unas 8 o 9 horas en llegar, en autobús medio día. Sabía que él la había prometido ir a verla todos los fines de semana, y le creía, pero no podía evitar preocuparse por su relación. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que apenas se dio cuenta que había llegado a casa de Ashley. Llamó a la puerta.

-Hola Rikki, pasa cielo- la madre de Ashley era una persona encantadora. Siempre andaba con sus vestidos floreados o con estampados de animales, era activista en más de una ONG y jamás, jamás la había visto enfadarse por nada. Siempre sacaba el lado positivo a todo. Era bastante bajita, muy menuda y llevaba unas grandes gafas de pasta blancas.

Subió por las escaleras y abrió la puerta del cuarto de Ashley, que por lo que veía, llegaba la última. Elizabeth y Alex mostraban caras horrorizadas, aunque la de Alex era más bien rabia contenida, Ashley parecía deprimida, cansada, como apagada, algo inusual en ella.

-¿Qué pasa?- Elizabeth la puso rápidamente al día, mientras que Ashley escuchaba en silencio, jugueteando nerviosa con la etiqueta del cojín de su cama. Rikki entendió las caras de sus amigas al momento, y sabía que la suya debería de mostrar el mismo horror y enfado.

-Ashley yo…

-Por favor, no digas te lo dije, lo sé, sé que he sido tonta pero…

-No iba a decir eso- Rikki se sentó en la cama al lado de su amiga- Sé que sabes que lo que hiciste está mal, no hace falta que te lo recuerde. Sé que sabes que Josh es un capullo, y sé que esta vez lo sabes de verdad, que no volverás a caer en sus trucos. Yo sólo quería decirte que te quiero, que todas nosotras te queremos, que Paul, que Jace, Gabriel, George, todos ellos te quieren, tu familia lo hace, en clase, en todo el instituto conoces a un montón de gente a la que la caes genial. Todos lo hacemos porque no nos dejas otra opción. Porque eres la mejor persona que hay en todo Glepper, no hay nadie como tú ni en Glepper, ni en todo el mundo. Y eso lo sabe cualquiera que te conozca mínimamente. Eres la mejor amiga que nadie puede tener. Nos cuidas y nos quieres, escuchas siempre todos nuestros problemas y jamás pones mala cara, guardas nuestros secretos y nunca pides nada a cambio. Eres increíble Ash, y por eso estamos aquí, porque aunque la vida te ponga algún que otro capullo en medio, lo hace para que veas lo fuerte que eres y lo mucho que vales. Y si tú no te das cuenta, o ese gilipollas te hace dudarlo un segundo, nos tendrás a cada uno de nosotros recordándote mil veces lo estupenda que eres. – Rikki vio cómo los ojos de Ashley se inundaban de lágrimas, incluso los de Elizabeth, y cuando Ashley abrió la boca ya se preparaba para un montón de sollozos y de “sois las mejores”, cuando dijo:

-Pero todo eso no vale, porque tú eres mi amiga y me quieres, y no puedes decir otra cosa, es como si me lo dijera mi madre- dijo entre risas y lágrimas, antes de que Rikki se echara a reír y la abrazara.


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